Conversábamos con mi familia el otro día, durante la sobremesa, acerca de algunos incidentes interesantes que observamos tiempo atrás. Comentaba mi esposo, que hace varios años, cuando estuvimos viviendo en la montaña del Merendón, la vaca raza Holstein que llevamos con nosotros, no se adaptaba bien; quizás por el clima tan diferente al que ella estaba acostumbrada, por lo que siempre trataba de saltar los cercos y escapar. Sin embargo, cuando ella quedó preñada y posteriormente dio a luz a un hermoso ternerito, la maternidad le hacía quedarse tranquila, al cuidado de su cría; ya no intentó escapar más, sino que se adaptó muy bien.
Hacíamos la relación con una hija espiritual, nacida en las montañas de Comayagua, que vivió con nosotros por catorce años; la cual se casó con un mexicano y se fue a vivir a una pequeña ciudad del estado de Tabasco.
Al principio ella no se acostumbraba al ambiente, la gente, el lugar en sí, la cultura y demás. Muy pronto ella quedó embarazada, y hace unos tres meses nació su bebé ¿Y qué creen? Ahora ella está muy ambientada y no se le nota ya la nostalgia por su país, ni por su gente.
Definitivamente los hijos de nuestros lomos nos ligan a los lugares. Piensa por un momento como siente Dios en relación a cada uno de Sus hijos. Dios tiene comprometido Su amor con nosotros, Él ama esta tierra, no nos deja, no nos abandona, Él es un Dios protector, Él es Padre y Madre de los Suyos.
Si tú crees lo que te digo hoy, en verdad para ti Hay Una Esperanza, tú eres Su hijo amado y puedes estar seguro que Él está ligado a ti y tú a Él.
