TEMAS DE OPINIÓN

El Riesgo De La Culpa

Junio 30, 2015


Llegan momentos en nuestra vida en que nos percatamos de errores cometidos en nuestra actitud, o comportamiento, con relación a nuestros hijos, esposos(as), madre o padre, hermanos, amigos tal vez. Lamentablemente, algunas veces este reconocer no viene con convicción sana, sino que se presenta acompañado con sentimiento de culpa.  La culpabilidad trae consigo auto-acusación y por ende condenación.  La reacción hacia este sentimiento está dirigida a tratar de cumplir un castigo auto-impuesto, penitencia, multa, o substitución (dar algo a cambio de lo que debíamos haber hecho).

Esta condición es muy común en padres (madres) que trabajan fuera de casa, que llegan muy cansados y tienen poco o ningún tiempo para dedicar a sus hijos.  Su intención es buena al salir a trabajar, para obtener recursos económicos suficientes y poder dar una mejor educación u oportunidad de vida a sus hijos.  Sin embargo, al sentir el peso de culpa por el tiempo no brindado a la familia, de forma automática se trata de suplir con artículos, dinero, permisividad y falta de disciplina. Incluso puede ser manipulado o sobornado emocionalmente, a través de esa puerta abierta.

Es necesario despojarse de la auto-acusación y culpa para poder reconocer claramente las faltas y así actuar de la manera correcta y sabia; para establecer prioridades en las actividades, valorando sus efectos a largo plazo, pero libres de la presión de la condenación.

Reconocer nuestras fallas a tiempo es inteligente, enmendarlas con propiedad, considerando en primer lugar las necesidades espirituales y morales, requiere sabiduría. La sabiduría proviene de Dios, y Él quiere sacarnos de la culpabilidad y condenación para llevarnos a un mundo de gracia y libertad en Él.

Conocí una vez a una mujer con profunda tristeza y culpabilidad en su corazón; la causa predominante era que un día, ella y su esposo habían discutido, razón por la cual, esa mañana él se fue rumbo a sus labores sin despedirse. Ella pensó que durante el día se les pasaría el malestar y luego hablarían por la noche.  Lamentablemente, nunca hubo oportunidad de reconciliarse, ya que él pereció en un accidente al dirigirse a su trabajo.  Aquella mujer no podía perdonarse a sí misma... y por supuesto, aunque buscaba desesperadamente a su esposo, él ya no estaba para pedirle perdón.

Algunas veces reprimimos las manifestaciones de amor, otras muchas somos incapaces de decir por lo menos, "Lo siento", y mucho menos "Perdóname, trataré de que no se repita".  Un día, cuando ya aquella persona no está para escucharnos, quisiéramos gritar de desesperación e impotencia; por el dolor profundo de haber hecho daño, más aún de no haberlo reparado, y de no poder ya buscar ni encontrar la paz.

Deseo aconsejarles mis queridos lectores, que vivan este y cada día, como si fuera el último de su vida, que expresen a las personas a su alrededor, cuanto amor pueda fluir de sus corazones; que perdonen en abundancia y pidan perdón sin cesar por cada falta, mañana pudiera ser muy tarde...  o pudiera no llegar para usted.

Si es usted de los que tiene dificultad para expresar ese amor y para pedir perdón; si su corazón está endurecido, pero reconoce que necesita ayuda, créame que para usted Hay Una Esperanza, Cristo es esa esperanza gloriosa de una vida abundante y plena;  Él es el amor y desea llenarle para poder así expresarse a través suyo. ÉL está más cerca de usted de lo que usted pudiera pensar, ahora mismo puede conversar con Él y decirle cuanta ayuda usted necesita para vivir una vida feliz en amor y paz.

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