TEMAS DE OPINIÓN

Juventud

Abril 5, 2016


El mundo está espantado ante el inminente caos en que nos encontramos; las personas ya no sienten libertad de usar prendas, joyas, reloj, ni anteojos siquiera; las damas caminan por las calles, agarrando con fuerza su cartera, y viendo hacia todos lados.  El comentario general es "ya no se puede andar sola" o "es mejor no ir al centro" o "no se puede dejar el carro en la calle". Meditaba un poco que los supuestos delincuentes son en su mayoría jóvenes, adolescentes y hasta niños.

Durante un fin de semana tuve la oportunidad de compartir en un retiro con unos doscientos jóvenes, que fluctuaban entre los once y los veintiocho años de edad, provenientes algunos de la capital y la mayoría del sur del país; entre ellos había muchachos de toda condición social, cultural y económica.  Ellos cantaban, saltaban, bromeaban, jugaban y se reían con grande y aparente alegría.  Pero el Espíritu Santo que escudriña lo más profundo de los corazones, mostró que había allí algunos con profunda tristeza, melancolía, dolor, depresión, aun con deseos de morir.  Hice un llamado en el nombre de Jesús y casi todos pasaron, quedándose tan sólo unos cuantos en sus asientos.

La razón de estas heridas y tristeza es en su mayoría la falta de afecto paterno o materno (o ambos), la ausencia de calor y seguridad por parte de sus padres.  Hay en estos jóvenes un enorme vacío de amor que los impulsa a entrar en noviazgos prematuros, a fumar o beber, participar de drogas; y se aferran a la rebeldía como medio de sobresalir u obtener atención de los demás.  La rebelión es la naturaleza misma del diablo, que usa heridas sentimentales para manifestarse.

Sólo el amor de Jesús puede llenar estos vacíos... Nuestros jóvenes necesitan del amor de Dios y los padres necesitan experimentar el amor de Dios también, para poderlo expresar a sus hijos para que ellos crezcan en salud mental y emocional, en seguridad y firmeza, en protección y definición.  Que sepan quienes son, que encuentren su identidad en Dios y puedan caminar seguros.

Si usted es padre o hijo y está leyendo esta meditación; si siente que Dios le está llamando para poder conocer ese amor y fluir en Él: Jesucristo el amor desbordado por nosotros, extiende Sus brazos hacia usted, atrayéndole hacia Su corazón. ¡Hay Una Esperanza!

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