TEMAS DE OPINIÓN

Pruebas de Humildad

Julio 4, 2011


Mis queridos lectores de esta su columna semanal Hay Una Esperanza, les saludo muy afectuosamente desde una ciudad remota en el cono sur del continente, para decirles que donde quiera que yo ande, les recuerdo mucho y pienso siempre en como ustedes pueden ser edificados.  Es por eso mismo que quiero comentarles acerca de algo que recientemente me ocurrió, con la certeza de que ustedes al igual que yo, van a aprender mucho. Estaba en una de las escalas de vuelo hacia mi destino ayer al medio día, y pude conectarme a internet y revisar mi correo, a través del cual recibí una notita de una mujer de Dios que recientemente me había invitado a compartir en un Congreso que ella organizó; su mensaje en aquella corta nota me animó mucho, pero tal vez de alguna manera me hizo sentir orgullosa; ella decía algo así: “Siempre admiré su ministerio de lejos, pero que hermoso fue conocer la humildad que hay detrás del éxito”.  ¿Sabía usted que uno puede sentirse orgulloso de ser humilde? Esa noche, mejor dicho a la madrugada, cuando arribamos a nuestro destino, nos esperaban en el aeropuerto y nos condujeron al hotel donde nos hospedaríamos por un día y una noche para luego proseguir en la misión hacia donde nos dirigimos. Llegamos a la habitación, la cual tenía dos camitas muy angostas, una mesita de noche y una mesa para escribir o estudiar; no había agua para beber y yo tenía mucha sed.  Estaba muy cansada y desvelada y me dije, lo primero que voy a hacer es ponerme una piyama gruesa y acostarme a dormir profundamente por lo menos por unas 3 horas. Cuando fui a abrir mi maleta me di cuenta que toda mi ropa estaba completamente empapada, las prendas se podían torcer y escurrirse.  De manera que me tomó casi una hora sacar todo lo mojado, mi piyama era la más empapada. Después de aquella odisea de tratar de colgar ropa en un área sumamente restringida, me dispuse a dormir, pero tuve que hacerlo de lado para no caerme de la camita, que parecía sacada del cuento de Rizos de Oro y los Tres Ositos. Aquella bienvenida no era nada de lo que yo hubiera esperado; por un momento quise murmurar en mi interior y preguntarme ¿Dónde está la cosecha de las siembras que he hecho al atender a los ministros que invitamos? Pero muy pronto me di cuenta que mi Padre Bueno estaba probando mi corazón para pesarlo y ver si de verdad soy humilde como algunos dicen.  Me temo que no pasé bien la prueba, pero espero que mi Dios me dé una nueva oportunidad. MI querido lector si de seas ser humilde, para ti Hay Una Esperanza, pero ten por seguro que vas a ser probado para ver si sales aprobado. Te recuerdo que nuestro Señor Jesucristo dijo: Aprended de Mí, que Soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.  Él es nuestro hermanos mayor y nuestro modelo de humildad, nunca hubo reclamo en Su boca ni murmuración en Su corazón.

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