Octubre 26, 2017
Mis queridos lectores, estoy con ustedes una semana más para comentarles situaciones de la vida diaria que nos hacen meditar y aprender.
Recientemente recibí la llamada de una persona muy cercana a mí, ella es dueña de una casa en Choluteca, ciudad del sur de Honduras, la cual había dado en alquiler hacía ya algún tiempo.
Hacía varios meses ella me había comentado que su inquilino le debía la renta correspondiente a tres meses y que a pesar de sus llamadas por teléfono, él se negaba a pagar.
La señora no quiso nunca proceder legalmente por consideración; y aunque no recibía el importe de la renta, ella continuaba pagando el impuesto respectivo al ingreso.
Finalmente ella decidió pedirles a sus inquilinos que por favor abandonaran el local, ya que ella siendo viuda, necesitaba el ingreso, por lo que iba a buscar otra persona que quisiera rentar la casa.
Para su sorpresa, la pareja que alquilaba se presentó a su casa de habitación para informarle que iban a abandonar el local; sin embargo, los inquilinos se mostraban muy molestos, como indignados, haciéndole saber que le iban a quedar a deber tres meses de renta.
Cuando ellos ya se iban a retirar, la señora le cuchicheó algo al oído de su esposo, por lo que el señor le dijo a la arrendadora ¡Ah! Y además me devuelve el depósito. La señora dueña de la casa no sabía si enojarse o reírse, ya que ella nunca les solicitó depósito al momento de rentarles el inmueble; y aunque hubiera existido un depósito ¿A quién se le ocurre pedirlo si se retiran debiendo tres meses de alquiler?
Mis queridos amigos, ustedes se preguntarán ¿Cómo es posible que estas personas hayan adoptado la actitud de estar molestos, cuando ellos deberían de estar avergonzados?
Son muchas las personas que al ser culpables de un comportamiento incorrecto, se hacen las ofendidas para no hacerse responsables de sus hechos. Una característica de la persona que anda en integridad es que reconoce sus fallas y asume responsabilidad de ellas para enmendarlas.
La persona que verdaderamente ha conocido al Señor, que ha experimentado Su amor y desea vivir en integridad siguiendo los pasos de Jesús, cambiará su vana manera de vivir, se humillará y buscará la forma de hacer lo correcto delante de Dios.
Nuestro Señor está muy cerca de nuestro corazón y de nuestra boca; si tan sólo manifestamos el deseo de ser como Él, Él escuchará aún los latidos de nuestro corazón y será propicio a nuestras necesidades.