Los seres humanos nos ponemos parámetros o medidas muy subjetivas para determinar cuando algo está bien o está mal. Es igual a tener un vaso con agua hasta la mitad, para algunos estará “medio lleno”, pero otros pensarán que está “medio vacío”.
Hace unos tres meses, mi padre tenía lagunas mentales y le costaba un poco coordinar sus ideas, sin embargo, caminaba con esfuerzo, comía por sí solo y se daba a entender para pedir sus alimentos preferidos; no obstante, los parientes más cercanos me decían “tu papá ya está en las últimas, está muy mal, ya no conoce, está perdiendo las facultades mentales…”
Un día, se le complicaron algunas funciones, razón por la cual fue movilizado a un hospital de la capital; a partir de ese momento, hace más de un mes, en varias instancias él se ha debatido entre la vida y la muerte. En por lo menos dos ocasiones nos hemos despedido de él y lo hemos entregado al Señor, para que Él lo tome.
Sin embargo, cuando logra salir de la agonía y la crisis, todos dicen “está muy bien, se ve muy fuerte, está estable…”, a pesar de que ya no camina, no habla, no puede realizar sus funciones fisiológicas normalmente, es alimentado por sonda. Es decir que está muy bien, comparado con la agonía de la muerte.
Mi querido lector, yo te ruego encarecidamente que no esperes lo peor para poder apreciar lo bueno; si tú hoy recibes en tu corazón lo que te estoy recomendando, para ti “Hay Una Esperanza”; hoy es el día de apreciar todo lo bueno, nuestra vida, la salud, la memoria, la inteligencia.
Dale gracias al Padre celestial por cada detalle, hoy mismo.