Quisiera comentarles este día a mis queridos lectores, acerca de algo que recientemente me tocó experimentar. Llegamos a visitar a mi mamá, quien vive en una ciudad del sur de mi país; ella permanece en tratamiento por diferentes situaciones de salud, algunas como consecuencia de otros tratamientos.
Ese día que llegamos, ella se sentía un tanto mareada y yo la veía muy decaída; entre otras cosas ella estaba tomando medicamento para bajar su presión arterial. De pronto se me ocurrió que debería tomarle la presión y para mi sorpresa y contrario a lo que todos pensaban, la tenía muy baja, tanto la sistólica como la diastólica; de igual manera su frecuencia cardíaca.
A pesar de la indicación médica previa, fue necesario tomar la decisión de descontinuarle el medicamente y seguir midiéndole dos veces al día la presión arterial.
Esto es solamente un ejemplo de muchas cosas que nos ocurren en la vida, que seguimos haciéndolas porque un día alguien nos dio la instrucción de hacerlo, pero no supimos monitorear el caso para saber si era necesario descontinuar el proceso o si se debía seguir con lo mismo.
Muchas veces es necesario hacer un alto en el camino para medir los efectos o avances y tomar las decisiones pertinentes. Conocí a una mujer diabética, quien se tomaba el medicamento para tratar dicha enfermedad, sin medir los niveles de glucosa en sangre; de manera que tuvo un shock hipoglicémico, lo cual le desencadenó la muerte.
Recientemente un anciano cercano a nosotros, presentó un problema bronquial, por lo cual le canalizaron la vena para administrarle un broncodilatador, el problema fue que lo siguieron hidratando más y más, sin considerar que sus riñones no estaban funcionando bien, de manera que se le produjo un edema; lo cual fue el inicio de un fatal desenlace.
Queridos lectores, siempre Hay Una Esperanza y hay una enseñanza, que espero tomemos en cuenta hoy; debemos siempre medir nuestros progresos y nuestra condición para valorar si amerita un cambio. Esto es aplicable a nuestra vida espiritual también. Cada cierto tiempo vale la pena hacer una pausa para revisar nuestra condición y nuestras prácticas espirituales, siendo sensibles para percibir cuando es necesario acelerar o sencillamente parar y cambiar de dirección. El Espíritu Santo estará muy feliz de hablarnos al respecto.