Tengo unos hijos espirituales, un joven y una joven, quienes se casaron a muy temprana edad sin estar listos para ello. Recuerdo como si fuera ayer, cuando él llegó a prisa, a comunicarme que se iban a casar, él apenas comenzaba la universidad y no tenía trabajo, además era evidente el llamado de Dios en la vida de él, siendo un talentoso músico escogido por Dios, por lo cual era importante también que él tuviera tiempo para servir a Dios.
Traté por todos los medios de persuadirlo para que pospusieran la fecha de bodas, pero todo fue infructífero, para cada advertencia mía, él ya tenía un argumento o una respuesta.
Pasados los meses, tuvieron su primera bebé, muy pronto vino el segundo bebé; esto le obligó a él a dejar sus estudios, ella tuvo que salir de su trabajo… y una mañana cualquiera, ellos llegaron a mi oficina para participarme que tenían afuera su carro con la mudanza, porque se trasladaban a otra ciudad, donde todo sería un paraíso. Lo único que podía hacer era orar por ellos y clamar a Dios que les fuera bien.
Hoy día ellos tienen tres hijitos, les ha tocado pasar situaciones muy duras, pero lo que es más duro es que pareciera que todas las puertas se les cerraran, están agotados de hacer por aquí y por allá, pero no han podido avanzar mucho.
Meditaba que a veces uno se sube a un caballito, de esos que con una moneda trotan, uno brinca, se agita, pero después de un rato se da cuenta que sigue sin moverse del mismo lugar donde comenzó.
Hace un rato recibí una llamada de ellos, casi desesperada; él me dijo: “Si usted tiene un consejo o una dirección para nosotros, por favor díganos, porque estamos dispuestos a obedecer”.
Amado lector, espero que a este punto tú estés pensando como yo: Hubiera sido más fácil todo, si hubieran obedecido al principio. Si tú lo crees, bueno, para ti definitivamente Hay Una Esperanza. Dios pone autoridades espirituales como ayos para evitarte muchos golpes, pero también se aprende a través de los chichotes.
