Si bien es cierto que muchos humanos sufren por no ser amados, hay otro gran número de personas que sufren por no poder recibir o percibir el amor que los demás les expresan.
Muchos dirían ¿Cómo es posible que alguien no pueda recibir amor o se niegue a recibirlo? Lo tremendo es que la persona no se entera siquiera de esta incapacidad que hay en su alma; él (o ella) piensa que nadie les ama.
Estas personas, usualmente durante su niñez, o aun en el vientre de sus madres, fueron rechazadas en algún momento, ocasionándose una herida en su interior. Ese sentimiento de ser rechazados, les hace desarrollar un mecanismo de defensa para no ser heridos otra vez; este llega a ser como una densa pared que envuelve su área emocional, que le impide aceptar la expresión de amor de los demás.
Hay otros que fueron traicionados alguna vez, cuando depositaron su confianza en alguien que decía amarles, pero este alguien les falló. La desconfianza provoca también el efecto de erigir un muro alrededor, donde no penetre el amor de los demás.
Lo que luce aparentemente contradictorio es que la única fuerza capaz de derribar esa muralla, es el amor mismo. Sólo el amor podrá lograr que se derrita el acero más sólido con que se haya construido la barrera. Recordemos que el amor es la naturaleza de Dios mismo, y ante esto no hay fuerza que se oponga.
El mundo y la gente sufre por falta de amor, o por no haberlo recibido, por no poder recibirlo, o por no poder expresarlo... todo se resume en algo muy simple: el mundo necesita a Dios, porque Dios es amor.
Querido lector, es posible que usted se encuentre entre estas personas a quienes se les dificulta captar el amor de los hombres y de Dios mismo; si tú estás de acuerdo conmigo, para ti Hay una Esperanza, hoy es el día agradable de Dios para que el amor sea derramado por el Espíritu Santo en tú corazón.
