El domingo pasado mi hija menor cumplió dieciséis años ¿Quién lo diría? Me parece que hace tan sólo unos días yo la cargaba en mi regazo y la arrullaba hasta que se quedaba dormida. La observo ahora, y ya está más alta que yo, su cabello largo y su linda figura no parecen indicar que ella nació del vientre de una mujer a la cual los médicos le dieron el título de “multípara añosa”.
Tenía yo cuarenta años de edad, cuando una mujer de Dios vino a mi casa para decirme: Dice el Señor que te dará un hijo a tus cuarenta años. Mi hija nació un mes y medio antes de que yo cumpliera cuarenta y uno.
Los médicos dijeron que sería un parto de alto riesgo, que era cesárea segura y muchos datos más, típicos de un pronóstico pesimista.
El Dios que a mi me salvó, el que me sanó, era el mismo que seis años atrás, me había hecho el milagro de concederme una hija, siendo mi esposo estéril y habiendo sido yo esterilizada quirúrgicamente. Levanté mis ojos a ese Dios Poderoso y Sobrenatural, para hacer un trato con Él. Le dije: Señor, si Tú adelantas el trabajo de parto, previo a la fecha designada para la cesárea, creeré que Tú estás haciéndome saber que será un parto normal y que Tú estás en control.
Así fue como esta pequeña nació mediante parto normal, a pesar de todas las terribles declaraciones de los profesionales.
He conocido al Dios que hace posible lo imposible; si tú deseas conocerlo en esa dimensión, para ti Hay Una Esperanza. En este mismo momento, si tú se lo pides y le crees, Él puede revelarse a ti y manifestarse en tu vida de una manera sobrenatural, hasta que te sorprenda.