Mis queridos lectores, es bueno saludarles otra vez, desde este su Diario Tiempo; gracias por leernos y esperar cada lunes esta columna.
Quiero comentarles algo realmente tremendo, estoy segura que les va a impactar. En 1991, mi esposo y yo prácticamente adoptamos como hija a una joven que nos habían enviado de las montañas de Comayagua para ayudarnos con las labores domésticas. Ella vivió con nosotros como una hija más en casa, hasta que en diciembre del año 2005, se casó con un joven mexicano y se fue a vivir a esa nación.
Un día, cuando ella todavía no se casaba, estábamos conversando en la mesa; ella me dijo: “Ay, yo creo que ya me estoy poniendo vieja, tanto que cuando me case, ni hijos voy a poder tener”. Le dije entonces, “no te preocupes que tres hijos vas a tener “; ella se asombró, casi no lo creyó, pero por el respeto que me tiene, no expresó nada.
Recién casados, ella salió embarazada, producto de lo cual tiene un hermoso varoncito de dos años. Hace unos tres meses ella se percató de que estaba embarazada otra vez, de manera que conversó con su esposo y acordaron que al dar a luz en este segundo parto, ella se operaría para quedarse sólo con dos hijitos. Me cuenta ella, que después de haberlo decidido, vino a su memoria aquella conversación en que yo le dije “tres hijos vas a tener”.
Esta semana recién pasada, ella tuvo que ir a hacerse el ultrasonido de rutina y ¿qué creen? El médico le dio la noticia de que va a tener gemelos. ¿No le parece a usted que el Dios que tenemos siempre respalda Su palabra en boca de Sus profetas?
Si usted cree que Dios siempre cumple lo que declara, para usted Hay Una Esperanza; nuestro Dios es un Dios de promesas cumplidas, vale la pena amarlo y creerle, porque de Él viene todo lo bueno.
