Se acerca el final de un año y aceleradamente llega el inicio de otro. Cada nuevo tiempo que comenzamos, viene lleno de desafíos, determinaciones, propuestas, pero sobre todo es un tiempo para revisar los logros y establecer nuevas metas.
Es sabido que todos aprendemos más de nuestros errores que de aquello que nos sale bien desde el principio; el secreto está en no tomar cada error como un fracaso, sino como el peldaño para ascender en la escalera del éxito. Si nos decidimos a aprender de cada equivocación, nos volveremos sabios. Les invito hoy pues, a revisar los acontecimientos del año que termina, para establecer nuevos retos para superar los errores, durante el año que viene.
Todas las personas hacen determinaciones y promesas al principio de cada año, pero pocos son los que lo cumplen; esto nos demuestra que lo difícil no es tanto el darnos cuenta de las decisiones que debemos tomar, tampoco lo es declarar las cosas que nos proponemos; lo más complicado para los seres humanos es mantenerse firmes en las decisiones, durante un mediano o largo plazo.
Está comprobado que aún los sistemas de estudios son más efectivos si se presentan en trimestres o tetramestres, que si se les ofrecen a los estudiantes en un formato de un año completo. Parece ser que a las personas se les hace más difícil pensar en términos de esfuerzos por tiempo prolongado, por eso queremos decirte hoy que para ti Hay Una Esperanza.
Una manera efectiva de sobreponernos a esta tendencia, es estableciendo metas a corto plazo, a un mes o dos semanas; de manera que, si renovamos la determinación cada vez que se cumpla el plazo, después de un tiempo ya se habrá convertido en un hábito para nosotros.
En mi propia experiencia puedo decirles que un elemento fundamental para poder lograr el cumplimiento de metas y determinaciones consiste en pedir ayuda a Aquel que todo lo puede, a nuestro Soberano Dios, Creador nuestro y Dador de la vida y de toda buena dádiva. Su aliento nos da fuerza para permanecer, para llegar, para alcanzar lo que parece difícil y aun imposible. Lo primero sería entregarle nuestro corazón a Él para permitirle que trabaje en nuestro interior, para luego solicitarle de Su fortaleza, aún en relación a nuestra propia voluntad.
Nuestro Dios tiene un carácter o naturaleza que es permanente, no es cambiable, necesitamos una impartición de ello para lograr cumplir nuestros propósitos. Estamos creyendo que para todos y cada uno de nosotros en este día y para el próximo año Hay Una Esperanza.