Mis muy queridos y recordados lectores, que bueno comunicarnos una semana más, para comentarles otro asunto muy particular.
Hace dos días, mi nuera, quien estudia artes en la universidad, llevó a mi casa a una persona que deseaba conocerme y platicar conmigo. La persona es una mujer de Dios, quien reside en la capital, pero estaba de paseo en el norte, visitando a su hijo.
Su hijo, quien la condujo hasta mi casa, es un maestro de mi nuera. Desde que ví a aquel hombre, supe que es un hombre muy especial, a quien Dios le impartió desde antes de su nacimiento, habilidades artísticas muy profundas. Pude percibir que él es una persona que le gusta hacer las cosas con excelencia, que tiene un carácter definido, organiza su vida con madurez. Pensé ¡Este hombre es muy valioso al servicio del Reino!
Aunque él es muy nítido en su presentación y vestuario, muchos quizás no lo verían así, porque usa su pelo largo. Comencé a meditar que tal vez la religión que mira el exterior y no el corazón, podría echar a perder el potencial de tantísimas personas nacidas para servir a Dios, pero que han sido relegadas por hombres que no ven más allá de sus ojos.
Dios mira el corazón, no mira el parecer; y si tú que me estás leyendo ahora estás de acuerdo conmigo, te diré que para ti Hay Una Esperanza; te pido que comiences a ver con los ojos del Señor y veas todo lo que Dios en Su eternidad colocó en el espíritu de las personas, no mires lo de afuera, mira el interior porque allí encontrarás los tesoros escondidos.