Mis queridos lectores les escribo desde Montevideo, estamos en la estación de autobuses, esperando para salir hacia Colonia y luego en el Buquebus hacia Buenos Aires, a través del Rio de La Plata.
Nuestros anfitriones en Argentina, nos quisieron bendecir en nuestro aniversario de bodas, con un viaje hacia Uruguay. Bueno, parece que todo estaba dirigido a seguirnos puliendo en el carácter; nadie hace nada con mala intención, pero Dios usa cada detalle para transformarnos.
El día que salimos de Buenos Aires, la persona nos dijo que deberíamos presentarnos en la estación a las siete de la mañana, con la temperatura del invierno en el cono sur, eso es un sacrificio, pero bien, allí estábamos; cuando llegamos nos enteramos que la hora de presentarse eran las ocho y quince minutos, ya que la salida estaba destinada a las nueve y media. Tenía dos opciones, molestarme y murmurar, o alegrarme y sacarle provecho al asunto, así es que decidí alegrarme, aprovechar que había conexión de internet en la estación y avanzar con mis cosas.
Llegamos al lugar de destino y cuando nos llevan al hotel, nos encontramos con que era un hotel tipo asilo de ancianos, es decir que los viejitos jubilados que no tienen familia, todos viven allí, o bien ancianos que están en tratamiento médico en la capital.
Ya se imaginan ustedes que no era el escenario adecuado para celebrar un aniversario de bodas, así es que igual, yo tenía dos opciones, o molestarme, o bendecir al que nos arregló el viaje y sacarle provecho.
Quiero contarles mis queridos lectores que decidí sacarle provecho al asunto, de manera que me di cuenta que en ese lugar, en medio de tanto viejito, yo era una jovencita; ni cosa mejor, comencé a sentirme toda una quinceañera.
Bueno mis amigos, quiero decirles que siempre Hay Una Esperanza, cualquiera que sea la circunstancia o situación. Podemos ser felices donde quiera que estemos, sobre todo si sabemos que Dios está con nosotros donde quiera que vayamos.