TEMAS DE OPINIÓN

El Amor

Febrero 15, 2010


El hombre (varón o mujer) a causa de las heridas sufridas por agresiones de parte del medio ambiente, incluyendo parientes y amigos, ha desarrollado mecanismos de defensa.  Entre éstas múltiples protecciones que ha levantado, podemos hablar de: indiferencia, timidez, pasividad, introversión, dureza de expresión, agresividad, altivez, hermetismo, aislamiento. Nos encontramos casi a diario con aparentes "ogros" a los que nadie se atreve a hablarles, pero que si pudiéramos ver lo profundo de sus corazones, comprenderíamos cuanta necesidad de ternura y de tibieza hay en su interior. Un refrán popular dice: "Caras vemos y corazones no conocemos", lo cual ha sido aplicado solamente a aquellos que vemos con cara dulce e inofensiva, pero que están llenos de malicia o mala intención.  Quisiera que lo aplicáramos hoy a aquellas personas cuya cara refleja agresividad, mal carácter, terror, maldad... pero cuyo corazón es "un suave copo de algodón", o como a veces decimos "es una gelatina", o "es de mantequilla (se derrite de nada)". Estas personas andan por allí infundiendo miedo a los que con ellos interactúan y sin embargo, lo que hacen interiormente es clamar a gritos por una caricia, una sonrisa, un cálido apretón de manos. Es posible que ahora mismo, usted que está leyendo éste artículo, sabe que usted lleva esa gran necesidad interior, ese gran vacío que no logra llenarse; esa frustración interior, que se traduce en grosería, cuando lo que realmente representa es una gran sed de amor. Ese amor sólo puede provenir del Señor, ése es el único amor capaz de satisfacer la profunda sed del corazón; ése amor perfecto, que nos acepta y recibe tal y como somos, sin condiciones, sin objeciones.  Ese es el amor que todo lo cree, que todo lo sufre, que todo lo soporta. Si es usted una de esas personas; usted puede ahora mismo, con toda sinceridad y confianza, decirle: "Jesús ven a mi corazón, llénalo de Tu amor".

Ver Todos los Artículos