Muchas bendiciones para mis queridos lectores de esta columna, que semana a semana llega hasta sus manos, con el deseo de edificar su vida.
El fin de semana pasado tuve la dicha de ir a mi ciudad natal, Choluteca, debido a que fui invitada para compartir la Palabra de Dios en una Iglesia de la localidad, donde estuve por vez primera.
Resulta que el local que ellos usan es propiedad de mi madre, quien les alquila para dicho fin. Interesantemente, yo vine al mundo hace muchos años en esa casa; mi padre era médico, por lo que él atendió a mi madre en su primer parto, del cual yo nací.
Fue muy emocionante cuando mi madre me comentó que justo donde tienen el púlpito, es decir, donde yo me paré para predicar, era el lugar donde estaba el dormitorio, por ende, donde abrí por vez primera, mis ojos a esta vida.
Meditaba que Dios en Su omnisciencia, ya sabía, en el momento en que yo di mi primer grito, que muchos años después, yo estaría predicando Su Palabra en ese mismo lugar.
Cada vez me convenzo más de que en Dios no hay casualidades, sino que Él tiene todo bajo Su cuidado y Su control. Nuestro Dios conoce el final desde el principio.
Si nosotros entendiéramos que a través del Espíritu Santo podemos conocer nuestro destino, nuestro futuro; seguramente nos evitaríamos muchos problemas. Si supiéramos que al recibir a Jesús, nos convertimos en un solo espíritu con él, buscaríamos la dirección para los pasos que vamos a dar, dentro de nosotros, donde mora nuestro amado Espíritu Santo, Quien nos lleva a toda verdad.
Querido lector, no sé si ya te has declarado necesitado de Dios y has pedido al Espíritu Santo que venga a morar a tu interior; si ya lo hiciste, para ti Hay Una Esperanza para tu futuro y para tu presente.
Por mucho que te esfuerces en pensar, tú no sabes dónde vas a estar o vas a vivir, dentro de diez años, pero el Señor si lo sabe; y si a Él le place, te lo puede revelar, no porque tu tengas curiosidad, sino porque deseas hacer Su voluntad.
