Quiero saludar a mis queridos lectores, aquellos que semana con semana están pendientes de esta su columna.
Durante estos días en nuestra Institución Educativa hemos estado realizando diferentes actos y actividades relacionados con la graduación de los estudiantes de Bachillerato; cuando los veo tan llenos de energía, proyectando una aparente seguridad, no puedo evitar recordar mis tiempos mozos.
Los que hace unos cuantos días eran unos preciosos bebés que aprendían a hablar y a caminar, hoy van a lucir hermosos trajes para recibir su diploma de graduación. La vida transcurre a tanta velocidad, que en un abrir y cerrar de ojos, se nos escurre la juventud, para entrar a la madurez.
Cuando uno tiene la edad de estos muchachos, le parece lejano el momento de graduarse de la Universidad, de tener un empleo o de convertirse en un padre o madre de familia. Los que ya pasamos por allí hace varios años, quisiéramos impregnarles a ellos del deseo de buscar a Dios de todo corazón, para asegurarles que les vaya bien en todo lo que emprendan. Solamente la llenura del Espíritu Santo puede asegurarles a ellos tomar las decisiones correctas.
Cuando yo me encontré con Jesús mi Salvador, había culminado mi carrera universitaria con especialidad y todo; pero había pasado por fracasos, sinsabores y situaciones muy difíciles en la vida. Lo primero que exclamé al recibir a Jesús en mi corazón fue ¡¿Por qué no te había conocido antes?! Me quedaba una sensación interior de haber desperdiciado el tiempo más precioso de mi vida.
Sin embargo, ahora entiendo que todo lo que viví Dios lo permitió para formarme, para que hoy día pueda apreciar lo que vale la sangre de mi Cristo derramada por mí, para darme vida nueva, felicidad permanente.
Si tú eres un joven, una joven que está comenzando a vivir, yo te invito a abrir tu corazón para el Señor, pues hoy puede ser el día agradable de salvación para ti. Si tú ya le conoces, hoy puedes ser de bendición para otros que aún no le han recibido. Sea lo uno o lo otro, para ti siempre Hay Una Esperanza, porque puedes ser instrumento muy útil en las manos del Padre, instrumento para rescatar a unos, para liberar a otros, o sencillamente para mostrarles el camino de la Vida Eterna.