Queridos lectores les saludo y bendigo sus labores como cada semana lo hago. Quiero comentarles acerca de las cosas hermosas que Dios hace en nuestras vidas cada día: Hace unos cuantos días tuvimos una reunión muy especial de aniversario, pero además teníamos la presencia de personas muy especiales que llegaron de varias localidades.
Pudimos disfrutar del acento y la comida mexicana, de la alegría de los beliceños, sin dejar de aportar su gracia particular, los procedentes de diferentes partes de Honduras.
En un mundo ideal, todas las personas de diferentes nacionalidades, culturas e idiomas podrían compartir en gozo y alegría. Justamente esa es la visión espiritual para el tiempo de la manifestación plena del Reino en los cielos, adoración a Dios por parte de personas de toda tribu, lengua y nación.
Sin embargo, todavía existen personas que rechazan a otras por no tener su mismo color de piel o por tener facciones diferentes. Conozco a un hombre que dejó de hablarle a su hija y la negó como tal, por haberse casado con un hombre negro.
El amor de Dios trasciende todo prejuicio, Él ama a todos por igual, no tiene preferencia por los blancos, ni por los amarillos, porque en Su diversidad Él creó cada raza y cada pueblo y nación.
Podemos comenzar aquí en la tierra a aceptarnos con nuestras diferencias y particularidades, para ir practicando, si es que queremos disfrutar de lo que se va a vivir en el cielo.
Comencemos por aceptar a nuestro cónyuge tal y como es, tal vez tiene nuestro mismo color de piel, pero no nos gusta la manera en que hace ciertas cosas, o nos molesta su forma de pensar. Cuando pensamos que nuestro Padre nos creó muy diferentes para enriquecernos los unos a los otros, podemos comenzar a disfrutar esa multiforme sabiduría de Dios.
Si recibes este mensaje para aplicarlo en tu propia vida, segura estoy que para ti Hay Una Esperanza; no dejes para mañana lo que puedes comenzar a vivir hoy.