Reciban mis queridos lectores un cordial y afectuoso saludo en esta semana que comienza dentro de un nuevo mes. Voy a creer junto con ustedes que muchas cosas van a mejorar y todos vamos a ser prosperados y a estar en salud de acuerdo al deseo de Dios.
Quiero platicarles acerca de un incidente sencillo que tuve hace unos pocos días. Era muy temprano de la mañana, yo había subido a la Torre de Oración para orar junto con otras personas que estaban allí desde antes.
Cuando iba bajando las gradas de metal que colindan con un patio de las instalaciones, me llamó la atención un par de flores amarillos con centros blancos, que emergían de en medio de una planta ornamental comúnmente llamada “chaflera”, la cual está sembrada en una macetera; se veían demasiado hermosas, por lo que me crucé el césped húmedo para poder palparlas.
Las observé, las toqué y al encontrarme con el cáliz, noté que era muy duro, lo miré de más cerca y con dificultad puede darme cuenta que la flor era plástica, y alguien la había insertado en el extremo de un pequeño pedúnculo de la planta natural, de manera tan exacta que casi nadie podría darse cuenta que no era parte integral de la planta.
Me quedé meditando un rato y pensé que de igual forma nos ocurre en la vida diaria; hay personas que lucen una joya o una prenda de vestir, que parece que es, todos la admiran creyendo que lo es, pero realmente es una imitación.
Sin embargo, esto trasciende más allá de los adornos o vestidos, esto se ve reflejado también en personas que parecerían tener el fruto del Espíritu, se ven amables, dulces, gentiles, cualquiera diría que tienen la vida de Dios fluyendo en ellas, pero al acercarse lo suficiente se puede ver que es aprendido y es artificial.
Lo que Dios nos da cuando nos hace nacer de nuevo, es Su misma naturaleza; Sus genes, Su esperma divino; nos insemina espiritualmente produciendo en nosotros frutos de Su misma clase, los cuales son eternos.
Querido lector, abre hoy tu corazón al Padre Dios, dile que quieres lo bueno Suyo, lo genuino, lo permanente. Sólo la naturaleza divina vence lo terrenal y lo diabólico; debes anhelar lo espiritual que viene del Padre, no te conformes con lo humano y lo que parece bueno. Debes creerme que para ti Hay Una Esperanza y debes comenzar a vivirla.