Mis queridos lectores, les saludo con los mejores deseos de un día lleno de luz y vida para ustedes. En esta ocasión quiero compartirles algo que está en mi corazón hace días, que seguramente también les llamará a ustedes a reflexionar.
He observado como algunas parejas casadas a las cuales conozco desde hace muchos años, de pronto comienzan a hablar de diferencias y desacuerdos, aún al extremo de dormir en cuartos separados y otros hasta han abandonado su hogar.
Uno de esos matrimonios en particular, tiene un hijo universitario, una jovencita en bachillerato y un varoncito terminando la escuela primaria. Cuando los conocí parecían la familia ejemplar, todo se veía en armonía; hacían largos viajes por tierra donde compartían juntos, su hogar siempre transpiraba paz.
En la medida que los hijos fueron creciendo, las demandas materiales eran mayores y la situación económica comenzó a ponerse un poco difícil; de manera que ella se vio obligada a aceptar un trabajo, pues aunque ella se graduó de la universidad, no había ejercido antes su carrera.
Debido a que ella es muy inteligente, diligente y que además cuenta con el favor de Dios, muy pronto ascendió en su puesto, sus jefes la apreciaron mucho y rápidamente la nombraron gerente en la Empresa, debido a su capacidad.
Aunque parezca irónico, puedo decir que entre más subía ella en su posición, más se deterioraba su relación matrimonial. Ella comenzó a ver que su esposo no aportaba lo suficiente para la casa, mientras la carga económica descansaba sobre sus hombros. La incomodidad de ella aumentaba cada vez más, viendo ahora muchos defectos en él, que antes no habían sido tan evidentes, ni tan importantes. Ella comenzó a hacer una larga lista de errores de su esposo que databan de muchos años atrás.
El esposo por su lado, comenzó a querer retenerla, recibiendo rechazo solamente.
Estoy convencida de que cuando hay un problema en un matrimonio, hay que ver los dos puntos de vista, sabiendo que en estas situaciones siempre hay tres versiones, la de él, la de ella y la verdad. Con esto no quiero decir que ellos mientan, sino que cada quien ve las cosas desde su propia perspectiva y no de la de Dios; solamente el Señor tiene la Verdad.
Pero también sé que para bailar un tango se ocupan dos. Es decir que ambos han contribuido de una o de otra forma a que las situaciones se tornen negativas o que la realción se deteriore y caigan en falta de armonía y mucho más.
Es increíble como una pareja, donde ambos se amaban tanto, jurándose amor eterno, al pasar de los años ya no quieren ni verse.
Sólo puedo decir que el amor de Dios es perfecto, todo lo soporta, todo lo sufre, no hace lo indebido; Dios es amor y por eso el amor verdadero es para siempre. Sin embargo mis queridos lectores, una de las cosas que el diablo detesta es ver a los matrimonios felices, por eso tratará con toda su fuerza y artimañas, de destruir los hogares a como dé lugar.
Es posible que tú que estás leyendo esta columna te encuentres en una situación similar o tengas un pariente o conocido que está pasando por algo como esto. Te quiero decir que en Dios siempre Hay Una Esperanza; la respuesta está en volver nuestro corazón a Dios, de verdad. Si nuestro Dios es primero, todo lo demás caerá en su ubicación exacta y correcta. Te invito hoy a hacer del Señor tu Dios, el centro de tu vida, de tu matrimonio, de tu familia.