Mis queridos lectores, es una alegría saludarles desde una ciudad dentro del territorio mexicano, declarando que los mejores tiempos vienen para todos ustedes.
No cabe duda que tenemos un Dios creativo que continuamente está sorprendiéndonos pero que a su vez es un Dios estable, cuyo si es si y es amén.
En esta ciudad, la cual ha sido calurosa siempre, hoy estamos con frio; los habitantes del norte de los Estados Unidos, e inclusive los del centro, están muy preocupados por la temperatura y los cambios de clima en sus ciudades. En este momento algunos están con un grueso tapete de nieve bajo sus pies. Muchos estados reportan temperaturas nunca antes vistas, ni jamás vividas.
Algunos coincidirán con que estamos viviendo los últimos tiempos y que no nos quedan muchos días sobre la faz de la tierra. Yo no puedo decirte si nos quedan meses o años, eso solamente Dios los sabe, porque la Biblia nos dice que el Señor va a venir sin que nadie lo sepa, inadvertidamente, como ladrón en la noche.
No obstante mis amigos, quiero decirles que todos debemos estar muy bien preparados para recibirlo cuando venga; que no nos encuentre desprevenidos, que no seamos sorprendidos en el sentido de que nuestro corazón no esté alineado con el Suyo.
Mi querido amigo, debes vivir cada día como si fuera el último que vas a vivir, como si hoy se fuera a dar nuestro encuentro con nuestro Creador y Dador de vida. Eso significa, relaciones armoniosas con nuestra familia, reconciliación entre padres e hijos, entre hermanos, entre esposos, entre la suegra y la nuera.
Para estar listos para recibir a nuestro Señor hemos de tener un corazón limpio sin rencores ni resentimientos; hemos de haber perdonado a nuestros ofensores y haber pedido perdón si hemos afectado a alguien, consciente o inconscientemente.
Mis queridos lectores, quiero decirles que para ustedes también Hay Una Esperanza, hoy puede ser su día de comenzar a prepararse. Esta preparación comienza con Cristo en el corazón, porque solamente el amor de Dios en nosotros nos capacita para toda buena obra.
Es sumamente sencillo, solamente debes reconocer que el Padre te ha amado tanto que decidió enviar a Su Hijo Jesucristo para ser obediente hasta lo sumo, de manera que El fuera una ofrenda agradable para Dios. Es así que Cristo derramó Su sangre en la cruz y nos limpió de nuestros pecados, de nuestras iniquidades y nuestras rebeliones, para que podamos vivir para Su gloria.
Aunque nuestro Salvador y Señor lo hizo hace más de dos mil años atrás, se hace actual y activo en el momento en que reconocemos esa verdad. Hoy es tu día, toma un tiempo para meditar, creer y recibir; de esa manera comienza tu preparación para vivir una eternidad en gloria.