Es un placer saludarles mis queridos lectores, deseando lo mejor para ustedes. Una vez más quiero compartir con ustedes situaciones que me ocurren en la vida diaria, de las cuales aprendo mucho, deseando que también para ustedes sean edificantes.
El pasado viernes tenía que viajar a los Estados Unidos para honrar un compromiso con una Pastora que celebraba sus treinta años de ministerio, por lo que estaba realizando un evento con la participación de sus amistades de hace varios años. Cuando me comprometí voluntariamente para ser parte de la celebración, no me percaté de la fecha en la cual me tocaría viajar.
Llegó el momento de emprender el viaje, el cual debería ser exactamente el día de mi cumpleaños. Varios hijos espirituales se reunieron para cantarme en el aeropuerto antes de partir, fue una muy agradable sorpresa.
La otra sorpresa me la llevé cuando antes de abordar el avión llamaron mi nombre, me hice presente y era nada menos que para darme un ascenso a primera clase, por causa de mi cumpleaños. Abordé el avión, sentándome en la primera fila. Un momento después me encuentro con la agradable sorpresa de que la persona que iba sentada a mi lado, es un hombre de Dios, a quien hace algún tiempo deseaba conocer. La conversación fue muy interesante, todo fue de mucha relevancia. En resumen, el Señor me tenía todo un paquete de regalos de varios colores y sabores.
Mis queridos lectores, tengan la seguridad de que cuando hacemos algo para honrar a Dios y a los hijos de Dios, sin pensar en nuestra propia comodidad o situación, siempre Hay Una Esperanza.
Los regalos que vienen del cielo, van más allá de nuestras expectativas o deseos. Si ponemos nuestro deleite en agradar a Dios, Él siempre va a sorprendernos, proveyendo mucho más allá de nuestras peticiones y nuestro entendimiento.
El Padre me siguió consintiendo, con la presencia de unas personas muy especiales a quienes no veía hacía algún tiempo; ellas viajaron de lejos para verme.
Queridos amigos, este día quiero dejarles con algo en su corazón, que proviene directo del mío: Vale la pena darle siempre a Dios el primer lugar; hay recompensa en sacrificar lo nuestro para servir a otros. Esta es una ley espiritual que Dios siempre honra.
Les invito hoy a preguntarle al Padre cuál es Su deseo para que nosotros cumplamos, porque deseamos en primer lugar provocarle contentamiento a Él.