Muchos y cariñosos saludos a mis queridos lectores de esta su columna Hay Una Esperanza.
Quiero comentarles acerca de algo especial que ocurrió en estos días de la semana recién pasada, la que muchos llaman “Semana Santa”. Una de nuestras congregaciones locales se organizó para realizar una campaña evangelística en uno de los campos aledaños, llamado Nuevo San Juan. Todos comentan que fue muy hermoso el desarrollo de todo en general, pero sobre todas las cosas, hubo mucha presencia de Dios, como suele suceder cuando buscamos a los perdidos, a los pobres y necesitados.
Una de las noches de campaña, mientras predicaba un hombre quien en su vida pasada estuvo en maras pero que fue alcanzado por Dios para restauración; vino corriendo hacia el frente un hombre muy quebrantado, bañado en lágrimas y con mucho dolor y vergüenza. Mientras una de las Pastoras se acercó para orar por él, este hombre le mostraba sus brazos tatuados y le decía que no había perdón para él, ni esperanza tampoco. Ella le repitió una y otra vez que Jesús le ama tal y como es y que está muy interesado en salvarle y bendecirle.
Una de las cosas más difíciles de vencer para caminar en la gracia del Señor es la culpa. Cuando somos alumbrados por la luz de Dios, empezamos a ver nuestra propia tiniebla y pensamos que no hay manera de ser limpios, esto por causa de la culpabilidad en que vivimos; sin embargo, para cada ser humano Hay Una Esperanza. Nuestro Señor Jesucristo derramó Su preciosa sangre, la cual es el único elemento capaz de limpiar totalmente y para siempre nuestros pecados, no importa que tan terribles hayan sido. No solamente esto, sino que el Señor los lanza al fondo del mar para no recordarlos jamás.
Es posible mi querido lector, que tú seas uno de los que piensa que lo que has hecho es tan malo, tan terrible, que no puedes recibir perdón, que no eres aceptable delante de la santidad de Dios. Quiero asegurarte que esto no depende de ti, sino de Él. Por muy feroz que sea tu pecado, más fuerte y grande es el poder de la sangre de Cristo. Para ti Hay Una Esperanza, una vida nueva y abundante, por la pura misericordia de Dios.
Solamente hay algo que tú debes hacer, esto es creer. Cuando nuestro corazón reconoce que tenemos necesidad de ser limpios y creemos que Jesús lo puede hacer y lo quiere hacer, entonces podemos abandonarnos en Sus brazos para disfrutar de esa vida nueva y diferente que solamente Él nos puede dar. Te invito a abrir tu corazón para recibir el perdón definitivo y la gracia redentora de tu Creador y Padre; te aseguro que serás libre de la culpa para siempre.