Mis queridos lectores, les saludo con mucha alegría este día, con el deseo siempre de poder dejarles un mensaje que les edifique.
Quiero comentarles que hace algún tiempo yo venía posponiendo una intervención quirúrgica odontológica necesaria, la cual es un poco especializada y además traumática.
Finalmente se dio la oportunidad de recibir los servicios de un odontólogo extranjero, especializado precisamente en dicho procedimiento, quien se retiró de su clínica en los Estados Unidos y ahora presta sus servicios en la zona norte de nuestro país.
Después de pensarlo bastante, por los riesgos, el trauma, la inversión y demás; finalmente me decidí sabiendo que intentarlo puede resolverme condiciones funcionales necesarias.
Fue el lunes pasado a las 8:30 a.m. que tenía la cita, me había preparado espiritual, emocional y mentalmente, además de tomar las precauciones y ayudas necesarias con anti-inflamatorios, antibióticos, compresas de hielo y demás.
Una de mis limitantes es que la anestesia local que me deben administrar no puede contener nor-epinefrina, por lo cual su efecto es más fugaz. Todo iba bien a pesar de saber lo que estaba pasando con mi mandíbula; ya que inclusive tienen que usar un cincel para sacar una ventana de hueso. El problema fue cuando el efecto de la anestesia estaba pasando, comencé a hacer sonidos con mi garganta para que se enteraran que yo tenía dolor; aunque el doctor me había asegurado que si yo comenzaba a sentir algo, él me pondría más anestesia, parece que en ese momento estaban muy concentrado en terminar su procedimiento.
Llegó un momento en que pensé que iba a desmayar del dolor, me sentía impotente, en una posición en que no podía hablar, ni gritar, ni mover mis manos. Finalmente la doctora asistente, le dijo al especialista, ella está con dolor; luego entonces me puso un poco más de anestesia. Fueron tres largas horas, pero gracias a Dios todo fue un éxito, a pesar del dolor.
Mis queridos lectores, lo que deseo comentarles es que esto me hizo reflexionar acerca de las personas a nuestro alrededor que sufren dolor, no necesariamente físico, a veces puede ser dolor sentimental o espiritual y se sienten como amarradas y mudas, no pueden ni pedir ayuda, por su grave condición de opresión; sin embargo, aunque nosotros tenemos la medicina para ellos, estamos demasiado concentrados en nuestro propio objetivo, que nos volvemos indiferentes al dolor ajeno.
Cuando Dios nos ha dado mucho, debemos ser misericordiosos con los demás, dándoles lo que puede mitigarles su dolor y hacerlos libres. Por eso te digo hoy que para ti Hay Una Esperanza, si hoy tienes dolor en tu corazón por alguna circunstancia de la vida, quiero que recibas la palabra de sanidad, quiero decirte que nuestro Señor Jesucristo murió para que tú tuvieras vida, que abras hoy tu corazón para dejarlo entrar a resolver lo que sea necesario; Porque te aseguro que Él tiene toda la capacidad para librarte de la angustia y del dolor.
Solamente Jesús puede darte total libertad.