Mis queridos lectores les saludo una vez más, con mucho cariño y el deseo de lo mejor para ustedes.
Quiero comentarles que hace unos cuantos días, llegó a tocar la puerta de mi casa una jovencita que traía consigo una torta grande, tipo marquesote; era un presente para mí. Lo observé, se veía muy apetecible, por lo que casi automáticamente le pregunté a la joven ¿Quién lo hizo?, ella me dijo: Mi bisabuela; a lo cual yo le pregunté ¿Y cuántos años tiene tu bisabuela? Y ella muy tranquila me respondió: 89 años.
Me quedé meditando en la energía, la fortaleza y el deseo de vivir que seguramente tiene esta anciana que debe de sentirse muy joven. Le dije a la jovencita: cuando yo tenga esa edad, deseo ser como tu bisabuela.
Mis queridos lectores, muchas veces somos nosotros mismos los que nos envejecemos porque no renovamos nuestros pensamientos, nuestra pasión por el Señor y nuestro deseo de vivir para servir a los demás.
Toda persona que tiene un estímulo, o un objetivo en la vida; el que tiene metas por cumplir y lo hace con alegría, seguramente se estará fortaleciendo constantemente y los años no dejarán rastro visible, sino que solamente lo van a madurar.
Mi querido lector, tal vez tú estás preocupado porque los años pasan y te estás sintiendo viejo, pero te digo que para ti Hay Una Esperanza. Puedes sentirte como un olivo verde y frondoso, si pones tu mirada en el Dador de la Vida, a través de Quien somos rejuvenecidos interiormente aún al paso de los años.
Cuando tenemos contentamiento en nuestro corazón, cuando sacamos de dentro de nosotros la amargura, cuando renunciamos a la idea de vernos viejos, entonces el vigor y la vida del Señor nos llena y tenemos fuerza para hacer lo que normalmente haríamos siendo jóvenes.
Mi querido lector, quiero recordarte que solamente necesitas volver tu mirada al Dador de la vida, a la Fuente de la vida eterna; entonces serás rejuvenecido y tendrás ánimo pronto.