Queridos lectores les saludo mucho y deseo que esta semana y el mes que está comenzando traiga muchas bendiciones para ustedes.
Quiero comentarles acerca de una situación que me tomó por sorpresa y que aun no puedo explicar, pero que quizás les ayude a muchos de ustedes.
Hace unos veinticinco años conocí a una pareja americana, un matrimonio ya maduro, con nietos; quienes han viajado frecuentemente a Honduras llevando alimento espiritual y material. Siempre fuimos muy edificados a través de ellos, se hospedaron muchísimas veces en nuestra casa y siempre dejaban una estela de amor, bendición y reposo.
Tuve la oportunidad de traducir al español, varios de los libros que él escribió en inglés; muchas veces fui su intérprete mientras predicaba o enseñaba y siempre era de mucho gozo. Sus ojos de un azul profundo siempre reflejaban la paz de Jesús.
Hace una semana ellos viajaban por tierra, de su casa en Carolina del Norte hacia Baton Rouge en Luisiana, su hija manejaba el auto, la esposa iba en el asiento del pasajero, el esposo iba recostado en el asiento de atrás. De pronto fueron embestidos por un furgón grande de dieciocho ruedas, de manera que este varón de 69 años de edad, pero muy fuerte y saludable, salió disparado hacia el pavimento, quedó sobre la autopista como dormido, sin un rasguño, pero al instante su vida física terrenal se vio terminada.
Todos los que le conocimos hemos sido conmocionados por la noticia, pero no preguntamos por qué? Entendemos que Dios es soberano y Él sabe lo que permite y para qué lo permite.
Es posible mi querido lector que tú te identifiques con este caso y todavía te encuentres con tu cabeza dando vueltas, queriendo saber qué pasó? Yo quiero decirte que para ti Hay Una Esperanza. La esperanza es que nos veremos y nos juntaremos con nuestros seres queridos en la casa de nuestro Padre; eso nos ayuda a estar confiados, nos motiva a vivir cada día como si fuera el último, es decir lo vivimos en amor, en paz.
Te invito a reflexionar acerca de la vida eterna, del peregrinaje que hacemos en esta tierra, durante el cual determinamos donde vamos a vivir nuestra eternidad. Debes comenzar con la decisión de reconocer que sin Cristo en tu vida no puedes llegar a tu morada celestial. Hoy es tu oportunidad para decidir.
