Muchos saludos a mis queridos lectores de esta su columna semanal. Una vez más quiero comentarles acerca de situaciones en la vida que nos conmueven y nos dejan enseñanzas para cada día.
En estos días ocurrió algo en una ciudad del sur de nuestro país; sucedió en un hospital del gobierno. El médico pediatra recibió en la unidad de cuidados intensivos a un niño con heridas de balas en su corazón; algo cruel había acontecido… el hermanito de ocho años de edad, había tomado un arma en sus manos, había disparado a sus dos hermanos, de los cuales uno fue salvado, pero este otro, sufrió tres infartos, tuvieron que darle resucitación extracorpórea con masaje directo al corazón, falleciendo después del tercer infarto.
Momentos antes, cuando el padre sujetó a su hijo quien estaba armado, y quiso castigarlo; el niño le dijo con el arma todavía en sus manos, apuntando hacia sí mismo: Si usted me hace algo, yo me mato ahora mismo.
¡Que tragedia tan terrible! Esto nos hace recordar a Caín, quien por celos mató a su hermano Abel. Pero este suceso en Honduras en pleno siglo veintiuno, qué lo provocó? Sería influencia de lo que este niño ha visto o escuchado a través de los periódicos y de la televisión?
Tiene que haber existido una influencia muy fuerte de las tinieblas que lo haya impulsado a cometer tal homicidio. Probablemente espíritus inmundos de violencia y muerte se apoderaron de él para ejecutar semejante acción.
Estoy segura que usted al igual que yo se siente afectado por semejante noticia y que cosas terribles pasan por nuestra mente… sin embargo, a pesar de la seriedad y la condición de este asunto, Hay Una Esperanza.
En primer lugar queridos padres de familia, quiero expresarles la importancia que tiene el que ustedes se encuentren con el Dador de la Vida, para que a su vez lo den a conocer a sus hijos. Luego, es muy necesario que los padres enseñemos a nuestros hijos lo que les conviene y les edifica y lo que no es conveniente para ellos ver; me refiero a programas bélicos, sangrientos y crueles.
Mis queridos lectores, lo que nuestros hijos hacen es reflejo de lo que nosotros les enseñamos, con le ejemplo y de cuanto los cuidamos espiritualmente. Dios nos ha dado responsabilidad sobre ellos, debemos tomarla con mucha conciencia.