El hombre natural está casi siempre dominado por temores que le impiden vivir plena y abundantemente. El temor o miedo se experimenta o manifiesta a través del alma del hombre; en el alma tienen asiento los sentimientos o emociones, los pensamientos o raciocinio y la voluntad o decisión del individuo. El área de los pensamientos incluye memoria y recuerdos.
Desde que el ser humano es dado a luz confronta cambios que producen temor a lo inesperado. El momento del nacimiento es el más traumático de nuestra vida. El bebé que ha estado cobijado en el útero de su madre, arrullado por el rítmico pulso de la arteria umbilical, alimentado por la placenta bajo el perfecto control de la naturaleza, en un ambiente cálido cuya temperatura es regulada con igual exactitud, obscuro, acuático, protegido de agresiones físicas del medio; de pronto es forzado a dejar su nido. Lo espera un medio aéreo, donde por primera vez deberá expandir sus pulmones para respirar, expuesto a unas nalgadas para que se inicien, en caso de no suceder espontáneamente; lo aguardan sendos reflectores en una sala fría y rígida, el corte del cordón umbilical que lo separa del cuerpo de su madre, y de ahora en adelante tendrá que llorar para expresar su necesidad de alimento y deberá adaptar su boca a la succión. Este stress va ocasionando temores al cambio, a lo inesperado, a lo por venir.
Un buen día, el bebé que ya camina, por algún momento soltó la mano fuerte de papá o mamá y al ver a su alrededor se sintió extraviado, desesperado; y temió fuertemente ser abandonado. Luego, el primer día de clases de este niño ya infante, trae consigo la aprensión natural que manifiesta el hombre ante lo desconocido, otro entorno, personas extrañas, otro mundo.
De una forma natural el hombre teme defraudar a sus padres, teme al fracaso, relacionarse con otras personas; al observar su propio hogar tiene temor al matrimonio, teme al abandono, la vejez y la soledad, pero el temor más fuerte sigue siendo a la muerte. ¿Qué será de mí después de la muerte? ¿Qué será de mis seres queridos?
El temor nace en la mente del hombre, el pensamiento se acaricia hasta convertirse en emoción, sometiendo aun nuestra voluntad. Esta sensación es paralizante, domina al hombre y le impide tener dominio propio. Es tan fuerte, que va muy a menudo acompañado de depresión ante la incapacidad de vivir confiado.
El temor ha sumido a muchos en el alcoholismo o la droga para escapar de la realidad; a veces ha orillado a las personas a sostener relaciones emocionales de absoluta dependencia, esclavizando a los demás a nuestra necesidad de protección y seguridad.
Mi querido lector, si usted tiene temor a la obscuridad, a la soledad, a ser abandonado, al fracaso o a la muerte; en esta hora le digo, "hay una manera de ser libre de todos sus temores, no tarde en buscarla; es sólo a través de Jesucristo el único Camino y la única Verdad; Él es la vida que anula la muerte."