Los altibajos en la vida, los ciclos anímicos, llegan a ser una condición natural y permanente, en nuestras vidas, a veces esclavizándonos por pura ignorancia.
Muchas son las personas que cuando han estado bien durante una semana, están en espera de lo malo o negativo que va a suceder durante la siguiente.
Las mujeres esperan el período pre-menstrual para experimentar mal humor, irritabilidad, incomodidad, lo cual bien sabemos que es producido por un cambio hormonal. También las mujeres más maduras dan la bienvenida a la menopausia, en franca espera de calores, sudoraciones, y jaquecas.
El varón por su parte, al llegar a la edad del climaterio, quiere demostrar ansiosamente que sigue siendo joven y atractivo; regresa a las camisas de colores vivos, a los jeans ajustados, más loción que de costumbre y viven más pendientes del espejo para revisar constantemente el poco cabello que les queda.
Aunque todos estos son patrones que se repiten una y otra vez en una y otra generación; aunque fisiológicamente algunos de estos fenómenos o ciclos tienen quizás una explicación; hay algo muy importante: no debe de ser la fisiología, ni la anatomía; no son las hormonas ni el cerebro quienes deben de controlar nuestro comportamiento y nuestras reacciones temperamentales o de carácter.
La fuerza interior del hombre proviene del espíritu, de allí mana la vida y la calidad de vida. Cuando permitimos que el Espíritu de Dios llene a plenitud nuestro espíritu humano; podremos confiar plenamente, que es El quien controlará nuestros sentimientos y actitudes, nuestra vitalidad, nuestro humor.
Amado, si usted tiene problemas de ciclos temperamentales, de carácter, de inestabilidad emocional... dele oportunidad al Espíritu Santo para que sea El quien le controle y le dirija.