Queridos lectores de Hay Una Esperanza, les saludo con mucho cariño, deseando que se encuentren disfrutando de un tiempo de reposo en familia.
Quiero comentarles que en estos días me encontraba en un aeropuerto en los Estados Unidos, era muy temprano de la mañana, había una fila grande para pasar por la revisión, previo a ingresar a las puertas para abordar. Delante de nosotros se encontraba un hombre de unos 45 años con sus dos preciosas hijitas, de aproximadamente 6 y 4 años de edad. Las niñas eran sumamente activas y hablaban bastante, pero el padre casi no las escuchaba porque se veía muy ocupado y preocupado buscando algo en su mochila, en sus bolsillos, en las bolsas del abrigo y por todos lados. De pronto este hombre sacó un papel donde tenía anotado un número de teléfono, tenía cara de desesperación; después de seguir buscando y no encontrar me preguntó en inglés: ¿tienes un celular? Necesito hacer una llamada. Saqué mi teléfono para que hiciera la llamada, pero él estaba tan desorientado que dijo: No, no importa… se salió de la fila y llamó a sus niñas para que le siguieran. El oficial le preguntó qué le pasaba y él respondió: dejé mi teléfono en el carro. Estoy casi segura que se trataba de un carro de alquiler, él tendría que regresar con la esperanza de que todavía se encontrara el teléfono en el lugar donde lo había dejado olvidado. Las niñas trataban de caminar aprisa, casi corriendo, mientras halaban sus maletas de rueditas, color rosado, para poder alcanzarlo.
Me quedé pensando en la situación de este hombre, si viajaba solo con sus dos niñas probablemente era un hombre divorciado que había tomado una vacación con sus hijitas, o en el peor de los casos era un viudo. Yo podía percibir cuan incompleto estaba este hombre, cómo necesitaba a su esposa o compañera… seguramente si hubiera tenido a su esposa con él, ella le hubiera recogido el celular antes de bajar del carro.
Definitivamente Dios no se equivocó cuando hizo al hombre, varón y hembra, para que ambos se complementaran y juntos fueran la imagen y semejanza de Dios en la tierra. Mejor son dos que uno, si a uno se le olvida algo, el otro se lo recuerda. Si uno es débil en un área, el otro es fuerte y lo complementa.
Este día quiero dirigirme a aquellos lectores que están pasando por crisis matrimonial y han considerado la separación como la mejor alternativa; yo quiero decirles que no desmayen, que Hay Una Esperanza de restaurar su relación para ser felices otra vez. Muchas veces la rutina o el peso de la responsabilidad nos hace rechazar la condición de casados, pero es el enemigo de nuestras almas, el diablo, poniendo en nuestros ojos vendas o anteojos oscuros, que no nos permitan ver la bendición que es tener un esposo, una esposa, un complemento. Vale la pena pelear por restaurar el hogar, para ello lo primero que hay que hacer es abrir el corazón para que lo llene Dios con Su inmenso amor, porque Dios es amor. Cuando sabemos que somos amados por nuestro Dios y Padre, podemos sacar de dentro de nosotros, de la fuente del amor, para darle a nuestro esposo o esposa, a nuestros hijos, a nuestro prójimo; entonces podremos pasar por alto toda diferencia o supuesta incompatibilidad.
No olvides que para ti ¡Hay Una Esperanza!