Queridos lectores, les saludo con mucha alegría este día, mientras paso a compartirles acerca de situaciones de la vida diaria, las cuales nos dejan mucho aprendizaje.
En estos días recién pasados, pude conversar con un hombre de Dios que nos visitaba de otro país; de pronto le pregunté ¿usted tiene familia propia? Y con los ojos llorosos me respondió: “Tengo dos hijos, pero no tengo esposa, ella me fue infiel y se fue de mi lado hace dos años”. Seguimos conversando y me explicó como había sido muy difícil para él ministrar el corazón de sus hijos para que ellos no guardaran rencor contra su mamá. Comentó que él estuvo siempre dispuesto a perdonarla si ella deseaba volver, reconociendo que seguramente él también había fallado, ya que un matrimonio es trabajo de dos personas; sin embargo ella se quedó con el otro hombre.
Queridos lectores, es posible que entre ustedes haya alguien que ha pasado o está pasando por una situación similar; en nuestra cultura es normal que la mujer perdone al varón el pecado de adulterio, pero no está bien visto que sea el varón el que perdone a su mujer.
Sin embargo en la Biblia, que es la Palabra de Dios, vemos el caso de una mujer adúltera que fue llevada delante de Jesús, pues fue sorprendida en el acto mismo de adulterio. Jesús en lugar de condenarla, preguntó quiénes eran los que le acusaban, para que si alguno estaba libre de pecado, fuera el primero en lanzar su piedra; nos dice la Escritura que todos ellos botaron la piedra y retrocedieron. Esto nos indica que no había ni uno solo que estuviera exento de pecado.
Muchas veces pensamos que pecado solamente es una acción visible, sin embargo sabemos que se puede pecar aún con el pensamiento, con los ojos, o con el corazón. Nuestro Dios escudriña hasta lo más profundo del corazón, por eso Jesús sabía que ninguno de aquellos hombres estaba libre de pecado. ¿Pero saben qué? Para todos Hay Una Esperanza, tanto para la que comete adulterio, como para los que la acusan. La esperanza consiste en que si nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado, nuestro Dios es fiel y es misericordioso y nos perdona, nos limpia con el poder de la Sangre de Cristo; borra nuestros pecados de una vez y para siempre.
¿Sabía usted que aún nuestras iniquidades son (más bien ya fueron) limpiadas para siempre por medio del sacrificio del Señor Jesús, Quién murió para darnos vida. Iniquidad es la esencia de maldad dentro de nosotros, que al manifestarse produce el pecado. Mi invitación este día es que se apropien de ese poder limpiador, para recibir la liberación de la culpa y de la consecuencia del pecado.
