Queridos lectores de esta su columna semanal Hay Una Esperanza, reciban todo lo bueno este día; espero disfruten y sean edificados a través de este escrito.
En estos días observaba los mensajes enviados entre una madre y una hija, ambas son ya mujeres maduras; la hija a su vez tiene hijos adolescentes. La madre abuela, cuando su hija tenía diez años de edad, sufrió el abandono de su esposo, lo cual terminó en divorcio al cabo de casi dos años. La hija en su corazón siempre culpó a la madre por no haber podido mantener el hogar, a pesar de las circunstancias. Al transcurso del tiempo, la hija se fue acercando más y más al padre y fue alejándose de la madre, al menos emocionalmente.
Han pasado casi treinta años desde entonces y esta hija sigue culpando a su madre por las situaciones emocionales que ella vive y no ha podido resolver. Ciertamente es impredecible cuanto puede afectar a una persona el divorcio de sus padres; sin embargo, por dura que sea la situación, por difícil que sea la circunstancia hay alguien que puede sanar nuestras heridas; Él se llama Jesús, Quien vino para sanar a los quebrantados de corazón, para cambiar nuestro espíritu angustiado en gozo y alegría.
Si tú mi querido lector te identificas con esto, si acaso tú has pasado una situación similar y necesitas que tus heridas sean sanas y limpias, si necesitas perdonar a los que te hicieron sufrir, aunque involuntariamente; si sabes que tu corazón está deseoso de ser restaurado, te digo que de verdad para ti Hay Una Esperanza, lo único que debes hacer es entregarte totalmente al Señor Jesús. Dale el corazón hecho pedazos, que Él te va a dar uno totalmente nuevo.
Algo que debemos comprender es que a Jesús se le busca con un corazón sencillo y sincero; que nuestra disposición debe ser total para reconocer que Él es Señor, que Él es Salvador; que Él es el dador de la vida. Que somos nosotros quienes lo necesitamos a Él.
Querido(a) lector(a), yo te invito a introducirte al maravilloso camino del amor y el perdón, donde te sentirás seguro(a), amando sin temor a ser rechazado(a), expresando tu corazón sin miedo a ser abandonado(a). ¿Sabías tú que el Señor Jesús te amó primero, aun cuando tú no le conocías? Te amó de pura gracia, sin que tú lo merecieras, sencillamente porque esa es Su naturaleza, porque Dios es amor.