Un saludo para todos mis queridos lectores de esta su columna semanal Hay Una Esperanza. Reciban todo lo bueno que Dios tiene para ustedes este día.
Existe una delicada e importante profesión, para lo cual no se puede estudiar, ya que los centros académicos no proporcionan esta carrera, ni los más experimentados libros pueden enseñarle a ejercer dicho oficio, nos referimos al importante papel de "ser padres".
Meditaba un día en que pareciera que cuando tenemos la agilidad, fuerza física, energía y vitalidad para ser padres, no tenemos la experiencia. Experiencia, dijo alguien una vez, "es un peine que se le da al hombre cuando ya ha quedado calvo". O sea que en cuanto a paternidad se refiere, cuando hemos madurado, cobrado estabilidad tanto emocional como económica, cuando hemos experimentado y aprendido a través de estas experiencias y aun de nuestros errores, nos encontramos con la triste realidad de que ya no hay juventud biológica para procrear hijos y ser buenos padres. He ahí que muchos padres buscan una segunda oportunidad a través de sus nietos. Esto es también un error, ya que no podemos deshacer o rehacer con los nietos lo que hicimos o dejamos de hacer con nuestros hijos.
Parece ser que existe una cadena o ley de causa y efecto que no podemos romper: "Todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará", en otras palabras "Con la vara que mides serás medido". Cada hijo piensa que sus padres no han hecho lo correcto, que cometieron muchos errores en su crianza, que ellos son los culpables de esto o aquello que ahora les acontece. Llega un día en que estos hijos se convierten en padres; la historia comienza a repetirse y entramos a un nuevo ciclo, es entonces cuando el hijo (ahora padre), comienza a entender que aunque hubiese sido equivocado todo lo que sus padres intentaron hacer por ellos, aunque hubiesen tenido actitudes incorrectas e inaceptables; ellos siempre tuvieron la mejor intención de buscar lo óptimo para sus hijos.
Es necesario sin embargo, perdonar de corazón a nuestros padres, desatarlos de los sentimientos negativos que hemos guardado hacia ellos, esto a su vez los liberará a ellos de sentimiento de culpa.
Pero recuerda, mi querido lector, que para ti siempre “Hay Una Esperanza”. No importa si usted es ahora un hijo o un padre, o si aquello de lo cual acusa a sus padres (o a sus hijos) es terrible, el amor de Dios cubre multitud de faltas y con Él todo es posible.