Mis queridos lectores, es una alegría comunicarme con ustedes nuevamente a través de esta Columna semanal.
Si ustedes leyeron el artículo de la semana pasada, van a poder entender mejor lo que ahora les voy a compartir, es como si fuera una continuidad.
Resulta que nuestra hija, la cual concluyó su año de servicio misionero en Gales, Reino Unido, estaba regresando ya a casa por Barcelona, Lisboa, Miami. Su vuelo de Miami a San Pedro Sula lo habíamos comprado vía San Salvador, ya que este salía un poco más tarde que el vuelo directo, para que le diera el tiempo necesario para hacer migración, aduana y luego buscar el mostrador de la siguiente línea aérea para hacer su conexión. Lo único malo es que en ese vuelo llegaría a las 9:00 p.m. a casa.
La noche anterior a su salida de Barcelona, ella se desveló tratando de pre-chequear su vuelo para escoger asientos que tuvieran más espacio para las piernas, ya que se trataría de ocho horas de vuelo. Logró la primera fila de la clase económica, que es la mejor ubicación para estirar las piernas.
Cuando ya habían abordado, llegó el aeromozo para pedirle si no le importaría hacer un cambio con un señor que iba un poco más atrás que ella, para que este pudiera ir junto a sus parientes que estaban a su lado. Ella pensó inmediatamente en todo lo que se había esforzado para obtener ese lugar y ahora tendría que cederlo, sin embargo ella con un corazón sencillo lo hizo, creyendo que Dios tendría una recompensa para ella. Lo tremendo es que el asiento al cual tuvo que irse, era treinta filas más atrás, casi en la cocina del avión. Se limitó a darle gracias al Señor y a orar.
Al llegar a Miami, se apresuró al mostrador de la línea aérea donde debía registrarse, para su sorpresa, la señorita le dijo que iba a enviarla en el vuelo directo, lo cual nunca ocurre, a no ser que uno pague $300.00. Para su sorpresa, la esperaron a que abordara, a pesar de la larga fila para pasar el punto de inspección. Su única preocupación era que su celular no tenía carga y no tenía forma de avisarnos para que fuéramos a recogerla más temprano.
No solamente Dios la bendijo de esta manera, sino que al subir al avión, a su lado venía una amiga muy cercana de nosotros, de manera que ella la mandó a dejar a casa con su chofer. Fue una agradable sorpresa verla llegar antes de lo esperado, pero sobre todas las cosas fue hermoso ver la manera como nuestro Buen Padre opera a favor de los que le aman.
Quiero decirte que para ti siempre Hay Una Esperanza, solamente debes poner tu delicia en el Señor.