TEMAS DE OPINIÓN

Divorcio

Marzo 24, 2014


Hace algún tiempo escuchaba a manera de jocosidad la frase que solían expresar las parejas casadas pero que habían tenido matrimonios previos, cada quien por su lado y luego con hijos en común: "Mira a tus hijos peleando con mis hijos y los que sufren son nuestros hijos". En ese tiempo me parecía divertido, más ahora lo veo como una tangible y terrible realidad, que he podido palpar de cerca. El divorcio es la condición que causa más dolor al ser humano, diría que más aún que la muerte, ya que sus consecuencias son casi siempre muy duras y amargas para todos los involucrados. Creo firmemente que casi nadie se casa considerando la opción del divorcio como un escape cercano. Casi todos entran en la relación matrimonial pensando que es para toda la vida. Hay un punto importante que casi nunca se considera; y es que la vida no puede regirse por los cambiantes estados de ánimo, ni los impulsos emocionales de cada quien. La vida en pareja se basa en una decisión firme y sólida de amar al compañero "a pesar de". La pasión, las emociones, los sentimientos son pasajeros, variables, condicionados; pero la decisión involucra nuestra voluntad. El amor de Dios es eterno, porque no es un sentimiento, Él ama a la humanidad y la acepta a pesar de sus múltiples fallas, de su pecado, de su desobediencia. Nos ha amado hasta el punto de despojarse de lo más preciado para Él: Su Hijo. Los varones y las mujeres que han pasado la experiencia del divorcio, necesitan ser sanados interiormente, en su corazón; los hijos de padres divorciados, necesitan el bálsamo dulce del amor y la aceptación de Dios, para superar el sentimiento de rechazo y abandono. Es necesario recibir el amor pleno de Dios para sobrepasar el sentimiento de culpa de haber llegado al punto del divorcio. Es necesario salir de la condenación; y esto sólo lo logra el amor perfecto. Querido lector, si es usted uno de los que ha sufrido esta situación, bien como partícipe o como hijo de los participantes, para usted Hay Una Esperanza. Tiene una sola opción, buscar restauración en el amor sanador de Jesucristo.

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