Queridos lectores siempre es un gozo compartir con ustedes acerca de las experiencias interesantes que nos dejan mucha enseñanza.
En una ocasión un feligrés viajó a Europa y como un detalle especial, le trajo de regalo un par de zapatos italianos muy finos a su párroco y líder espiritual; era lo mejor que pudo encontrar, los zapatos eran muy delicados y a la vez muy caros.
Unos pocos días más tarde, este feligrés fue a la parroquia; su sorpresa fue grande cuando observó que el empleado contratado para cortar el césped, estaba usando las finas zapatillas italianas, para realizar sus labores en el patio.
El feligrés se incomodó y le fue a reclamar a su líder espiritual; pero este muy tranquilo, solamente se encogió de hombros, como queriendo decir "¿Y qué importa?" o "¿Qué tiene de malo?" o "él los necesitaba, yo no"
Esto nos enseña que lo que para unas personas tiene mucho valor, para otras no representa nada. Por ejemplo, una antigüedad para unas personas es de extremado precio, pero para muchas otras es solamente un artículo viejo que debe ser descartado o eliminado.
La sociedad también ha impuesto sus estándares y valores, que han servido para que muchas personas se rijan por ellos. Por ejemplo, hay ciertos medios donde el título universitario es sumamente importante y entre más logros académicos tenga la persona, más vale. Sin embargo, hay otras culturas, donde las personas ni siquiera saben leer ni escribir, por ende sus valores son totalmente diferentes.
Hay ciertas sociedades donde el valor de la mujer depende de cuánto sabe cocinar, costurar o tejer; pero esto pierde importancia en un ambiente donde la mujer no tiene tiempo de ser ama de casa, sino que trabaja fuera, en una oficina o fábrica al igual que el varón, por lo tanto se comparten también las labores del hogar.
Todo esto mis queridos lectores tiene solución y para ustedes siempre Hay Una Esperanza; si abrimos nuestro corazón a nuestro Dios y Padre, podremos ver como Él mira, de tal manera que no nos afectará si alguien regala algo que nosotros le regalamos a él (o a ella), si esta persona pensó que el otro lo necesitaba más que él (o ella).
Teniendo la mente de Cristo entenderemos cada situación, viéndola desde la perspectiva divina, no desde la limitación o miopía humana. ¡Qué diferente sería si todos nosotros viéramos y sintiéramos como Dios mismo siente y piensa!.