El mundo de las drogas ha parecido atractivo a los ojos de aquellos que desean escapar de su realidad, que temen confrontarse con su interior, que necesitan sustraerse del medio ambiente por temor al rechazo o agresión de los que le rodean.
Al cabo de un tiempo, las personas que en su desesperación eligieron ese camino que parecía ser el único a su alcance; se percataron de que todo era un paliativo, un escape temporal, pero que su problema continuaba latente, cada vez los momentos de abstinencia (tiempo en que no están bajo el efecto de las drogas) resultaban más difíciles, dolorosos, obscuros. Con el caminar del tiempo, incrementaba la necesidad por algo más fuerte y de acción más prolongada; era insoportable estar en conciencia plena de lo que acontecía a los alrededores.
Era preciso un medio más infalible y seguro de escapar.
La condición de desequilibrio interno provoca un carácter irascible, lo cual a su vez altera el comportamiento natural de los que conviven con ellos. Madres, esposas, hermanos, hijos sufren las terribles consecuencias de un ser querido que se ha introducido al mundo de las drogas, a su vez ellos se sienten incapaces de ayudarles, la impotencia les embarga, entra desasosiego y desesperación ante la escena de ver hundirse a alguien que amamos, y no poder tenderle un salvavidas.
Algunos han acudido a psicólogos o psiquiatras, otros a centros de rehabilitación, algunos se refugian en la religión o la piedad, otros desesperadamente buscan consejo en los que han vivido situaciones similares.
Hay personas dependientes de drogas, que aun en momentos de delirio o en la depresión del síndrome de abstinencia se han visto involucrados en robos y crímenes; algunos se encuentran hoy tras las rejas tal vez, otros quizás en un hospital neurosiquiátrico.
Ante todo este panorama, sea usted el que depende de las drogas, o sea usted un pariente o amigo cercano, permítame decirle que: Hay Una Esperanza en Jesucristo. ¡No tarde en descubrirla!
