Estoy convecida que para cada problema hay una solución y para cada encrucijada hay una salida, lo que ocurre es que muchas veces no nos damos cuenta que en nuestras manos tenemos esa respuesta y esa salida.
La vida transcurre con rapidez y quizás no nos da tiempo de percatarnos de todo aquello valioso y necesario que tenemos con nosotros o muy cerca nuestro. Eso me recuerda a un señor que desesperadamente buscaba sus anteojos para leer, sin darse cuenta que los tenía puestos.
La semana pasada, mi nietecita de casi tres años, jugaba en su habitación, mientras sus padres también estaban en casa. De pronto, ella se encerró, colocándole el seguro por dentro a la puerta. Sus padres comenzaron a hablarle desde afuera para que ella abriera, pero ella no podìa lograrlo.
Sus padres se distribuyeron, mientras mamá intentaba jugar con ella desde afuera, un juego llamado "Toc Toc, quién es?" el papá hacía llamadas, buscando a un cerrajero o alguien con herramientas adecuadas para abrir el cerrojo. La desesperación era tal que ya el papá estaba pensando en romper la puerta completa, con una almádana.
Después de media hora de angustia, el cerrajero iba de camino a casa de ellos; cuando de pronto al papá se le ocurrió buscar entre el manojo de llaves que él tenía... Y qué creen? Allí estaba justamente la llave que abrió el llavín. !La niña estaba muy feliz y contenta de ver a sus padres!
Mis queridos lectores, esto me dejó una tremenda enseñanza. Cuántas veces sufrimos, nos desesperamos, pasamos angustia y demás, porque ignoramos que tenemos la respuesta y la solución al alcance de nuestra mano.
Definitvamente, siempre Hay Una Esperanza; estoy segura que fue el Espíritu Santo quien dirigió a este padre a buscar entre las llaves.
De la misma manera, si entregas tu corazón al Señor, el Espíritu Santo siempre te a de dirigir a buscar la solución donde puedas encontrarla. Nuestro Dios ya ha provisto la respuesta, antes de que exista la necesidad. Recuerda que para tí Hay Una Esperanza.
