TEMAS DE OPINIÓN

Competencia Provocada En Los Hijos

Septiembre 8, 2015


Mientras somos hombres naturales, sin Cristo, vivimos en un mundo ciento por ciento competitivo.  Todo a nuestro alrededor habla de competencia y usualmente no tenemos escrúpulos en usar cualquier medio a nuestro alcance para promoverla, dañando aún a los más cercanos a nosotros. El hombre en su naturaleza humana continúa experimentando celos contra su hermano, sigue comparándose con él y aún envidiando algunos atributos que su hermano posee y él codicia.

Los padres de alguna manera hemos contribuido a fomentar esa competencia.  Muchas veces hemos dicho: "Aprende de tu hermano que es responsable", "Deberías de imitar a tu hermano en lo ordenado", "Este muchacho me salió perezoso, al contrario de su hermano que es tan trabajador".

En toda familia el hijo primogénito pasa por condiciones peculiares, él es como el conejillo de Indias; no importa si llega en forma imprevista y no deseada, o si la pareja ha planificado con mucha ilusión hasta el último detalle de la unión matrimonial.  En este segundo caso, el primer hijo es muy anhelado, esperado con ansia; y es disfrutado plenamente, mientras él a su vez se va convirtiendo en un tirano que absorbe todas las atenciones y reclama sus derechos de heredero de tiempo, de mimos, de cuidados, y demás.

Cuando nace un segundo niño, el primero comienza a resentir que ahora tiene que compartir el tiempo que antes le dedicaban, los juguetes que solían ser de su propiedad... y hasta llegan a crearse ideas de que se les ha quitado el cariño para trasladárselo al intruso que llegó a usurpar su posición, su lugar, su seguridad.

Esta situación podría complicarse si la madre es sobreprotectora y se da tanto al recién nacido que olvida que el primogénito, que quizás tenga ya unos cinco años de edad, también necesita atenciones, aunque de otro tipo.  Todo lo anterior sumado con el hecho de que el hijo mayor pueda haber heredado características de su padre o de su madre, que a la madre misma le desagradan, pueden llevarla a ella a expresar un rechazo inconsciente hacia su hijo.

De la misma manera aquellos hijos a quienes sus padres admiran y usan como ejemplo, sienten la presión y la carga sobre sus espaldas, de mantenerse siempre como baluarte; perciben el celo de su hermano, que ya está hastiado de que siempre le estén comparando. Lo cierto es que no importa cual haya sido la circunstancia o la expectativa sobre alguien; no podemos seguir viviendo echando la culpa a nuestros padres de nuestra desdicha o inadaptabilidad. 

Es posible que usted como lector se encuentre en posición de padre o madre, o es posible que usted sea aquella persona cansada de mirar a su hermano como el ejemplo vivo; o tal vez es usted el hermano ejemplar a quien ya hasta rechazan por serlo.  En cualquiera de los casos para ustedes Hay Una Esperanza; Jesús es la fuente de sanidad interior y de liberación.  Si bien es cierto que existen heridas y secuelas, más cierto aún es el hecho de que sólo necesitamos tomar una decisión para encontrar nuestra libertad, nuestra realización.  Esa decisión es primeramente decirle a Jesús, el amor mismo, que venga a nosotros, que llene nuestro interior, para que con Él en nosotros podamos perdonar de corazón a nuestros padres, renunciar a sentir celos por nuestros hermanos, desatarlos de los sentimientos negativos que hemos guardado hacia ellos, lo que los libertará de sentimientos de culpa.

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