Es muy interesante observar como la sociedad, los medios de comunicación (la ausencia o presencia de ellos), puede moldear la vida completa de una persona. El fin de semana pasado tuvimos la oportunidad de visitar una ciudad en la costa norte del país, hacia el este.
En este lugar no se encuentra ni un solo restaurante de comida rápida, no hay tiendas por departamento ni “Mall”; es como si estuviéramos a millas de distancia de nuestro entorno diario en San Pedro Sula, Siguatepeque, Tegucigalpa, La Ceiba, El Progreso o Choluteca.
En ese viaje, estuvimos en un pequeño poblado a la orilla del mar; para mi fue muy contrastante observar dos tipos de jovencitos. Había un muchacho de unos doce años tal vez, quien se divertía cantidad, remando con sus manos, acostado sobre un viejo pedazo de corcho, el cual usaba como balsa; él se reía a carcajada limpia, mientras jugueteaba con el agua.
A la orilla del tranquilo mar, en la pequeña ensenada, estaba una jovencita de la ciudad, parada frente a aquel escenario natural; ella sostenía un I-Pod en su mano, del cual pendía un audífono, a través del cual escuchaba su música favorita.
Este panorama me hizo meditar mucho en la manera como nuestros jóvenes se desarrollan hoy día y como se ha perdido la influencia de la naturaleza en sus vidas, siendo afectados (positiva y/o negativamente) por la tecnología.
Querido lector, mi intención es despertar tu interior para que desees lo natural, lo sencillo; para que reconozcas y admires a tu Dios Creador a través de la lluvia, del sol, del mar, las montañas, los celajes, el arco iris… y todo lo que te habla de Su poder creativo y Su belleza armónica.
Si tú ya estás meditando en esto, para ti Hay Una Esperanza; puedes hablar ahora mismo con tu Padre celestial y pedirle que se revele a tu vida, que quieres admirarlo y honrarlo en todo lo que Él ha hecho para nuestro deleite.
