Diciembre 15, 2015
Dicen por allí que no existen las malas palabras, sino las malas interpretaciones; esto va en línea con el dicho "Todo se ve del color del cristal con que se mira". En otras palabras, la maldad y el pecado están en el corazón del hombre, no en las cosas en sí mismas. Veamos un ejemplo: el alcohol etílico tiene muchas aplicaciones medicinales e industriales, su descubrimiento a través de la fermentación ha constituido una gran contribución a la ciencia y a la humanidad en general. Sin embargo, el hombre un día lo bebió y supo lo que era embriagarse con él; y aunque para los familiares de los alcohólicos resulte ser una desgracia, no por eso podemos condenar al alcohol en sí.
La “canabis indica” o la “sativa” (marihuana) es una planta medicinal, usada para disminuir la presión intraocular en el glaucoma; sin embargo los que la usan como cigarrillo y han llegado a depender y ser esclavos de ella, han encontrado perdición en dicha planta.
Un día conocí en los Estados Unidos a una joven proveniente de las selvas del Brasil; ella se había convertido a Cristo, sin embargo todos miraban con asombro que ella usaba unas minifaldas y minisetas exageradamente pequeñas y cortas. Para esta joven no había maldad en ello, ya que en su lugar natal todos acostumbran usar taparrabos, o simplemente no usar vestido alguno. Los que la juzgaban era porque tenían la malicia en su corazón.
El Apóstol Pablo le decía a Tito: “Para el que es puro, todas las cosas le son puras.” ¡Que profundidad en esta oración! Si llegáramos a tener un corazón realmente limpio de maldad, de contaminación; si llegáramos a tener la mente santa de Cristo, no juzgaríamos como ahora lo hacemos; habría menos pecado o ninguno, ya que éste se gesta en el corazón del hombre.
Mi querido lector, es posible que usted ha sido de los que peca con el pensamiento a cada instante; que le da doble sentido a todas las conversaciones o palabras; quizás usted reconoce que su mente y su corazón necesitan ser limpiados, purificados, santificados; para usted Hay Una Esperanza. Hoy es cuando puede clamar a Jesús que venga con Su sangre preciosa a limpiar hasta el rincón más escondido de su mente y su corazón.