TEMAS DE OPINIÓN

Morada

Junio 14, 2016


El niño en su inocencia, en la pureza de su alma, tiene metas a veces sumamente sencillas desde el punto de vista de un adulto; y otras, casi imposibles de lograr en la mente del hombre pero accesibles para el niño a través de su fe.

El niño ansía llegar a tener un carrito de madera o una caja grande de cartón, una lata vacía con un cordel para halarla.  El adolescente añora conducir el carro de papá, andar dinero en la bolsa, pasear con la muchacha más bonita de la escuela y tener el disco compacto del último hit.

El adulto quiere un carro cómodo, una casa propia, viajar al extranjero, y de ser posible llegar a ser su propio jefe.

Con el transcurso del tiempo, cuando los años han dejado su huella plateada sobre las cienes y han hecho surcos en el rostro; las metas, los ideales y las ilusiones han dado un giro.  Ahora ya no habla el alma ansiosa de logros materiales, sino el espíritu sediento de paz, de reposo; el hombre interior ha obtenido sabiduría lograda a través de los golpes y la dureza que la vida nos ofrece ante nuestra propia obstinación.

Ya en esta etapa el hombre mira su curso en forma retrospectiva; sus esfuerzos fallidos por lograr posiciones y obtener cosas; para reconocer al final, que nada se irá con él, que todo es vano y fútil.  Ve con tristeza que no disfrutó el amor de su familia; que la mayor parte del tiempo estuvo demasiado ocupado.  La meta de este hombre sabio es un tanto similar a la del niño... tal vez observar plácidamente el vuelo multiforme de la mariposa, escuchar atentamente el dulce trino de los pajarillos, saborear la brisa que mezclada con el sol y el viento revuelvan su escasa cabellera y besen su rostro cansado de vagar entre uno y otro ideal.

Este hombre maduro ahora sólo anhela buscar la eternidad, lo invisible; más bien desea despojarse de lo material que constituye un pesado bagaje sobre sus espaldas, impidiéndole viajar en la inmensidad de lo celestial.

Mi querido lector, no sé en qué etapa usted se  encuentra ahora, cualquiera que ella sea, ha de saber que hay un viaje que todos tenemos que emprender un día, unos antes y otros después, un viaje a la eternidad;  para lo cual necesitamos preparar nuestro espíritu y nuestra alma; total, el cuerpo se quedará para abonar la tierra.  Si hasta hoy no había meditado en eso, no se preocupe; ¡Hay Una Esperanza! Hoy es el día adecuado para hacerse como niño; hoy es el día que el Señor Jesús ha hecho para que nazca de nuevo en Él. 

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