Enero 17, 2017
El hombre en su naturaleza humana, anhela superarse intelectualmente, otros materialmente, quizás llegar a tener poder político, económico o religioso; pero muy rara vez el anhelo genuino de un hombre (varón o mujer) es el de servir a los demás, a través de ello.
Parece que se ignora un fundamento bíblico importantísimo que declaró nuestro Señor Jesucristo: El que quiera ser mayor de todos, sea servidor de muchos.
En una empresa, si a un aspirante al puesto de gerente administrativo se le dice que deberá rotar por todas las funciones que desempeñan las personas que estarán a su cargo, para que las conozca a cabalidad, y tenga autoridad en base a la experiencia, para exigir al personal; muy probablemente retirará la solicitud de empleo y buscará otra empresa donde pueda comenzar desde arriba.
El concepto generalizado en la humanidad es que todo servicio amerita una remuneración, muy rara vez alguien coincidirá con el concepto de servir por amor y no por dinero. Normalmente queremos ser servidos y de ser posible a la velocidad del pensamiento y al nivel de nuestras exigencias. El hombre llega a casa y espera que su esposa corra a servirle, sea la cena o un trago, servirle un café, o llevarle las pantuflas.
Al mismo tiempo, rara vez apreciamos el servicio que nos ofrecen los demás. Vemos al que reparte las tortillas en su bicicleta, como alguien que desempeña un trabajo; el que recoge la basura en la colonia, también es un empleado más de la municipalidad. La empleada doméstica casi nunca es apreciada por su servicio, sino hasta que se enferma y falta, o se va de vacaciones.
Necesitamos dar un giro a nuestra mentalidad y a través del amor de Dios servir a los demás y reconocer que ningún trabajo es denigrante ni inferior, si se hace con amor.
Si acaso usted al leer este artículo se da cuenta que necesita comenzar a servir y a apreciar el servicio de los demás, ¡Hay Una Esperanza! Es un buen comenzar y puede estar seguro(a) que Jesús tiene un lugar para usted en Su servicio; dando usted recibirá.
