Noviembre 21, 2022
Ante una situación difícil o de caos, no es lo mismo observar de lejos, que estar involucrado en el asunto. Recientemente en nuestra ciudad, se vivió de nuevo la alarma y alerta por posibles inundaciones, esto provocó un terror generalizado, ya que lo vivido en noviembre del 2020 fue sencillamente terrible para muchos de nosotros.
Para los que son observadores distantes, les parece una exageración la actitud de temor y búsqueda de refugio, pero para los que un día perdieron todo, es más que comprensible que por instinto de sobrevivencia, corran a buscar un lugar seguro.
Es muy probable que debido a que los gobernantes, quienes tienen la autoridad para resolver de raíz el problema, no han sido afectados en carne propia, no pueden comprender la magnitud de la situación y la urgencia de solventarla.
No podemos pararnos de brazos cruzados a esperar que algún día, el gobierno decida reservar algún dinero para construir los embalses que necesitan ser edificados para evitar que los ríos desbordados lleguen hasta el valle, provocando destrucción. Los que estamos acostumbrados a resolver problemas, y más aún si se trata de nuestra ciudad, de nuestros conciudadanos, no podemos paralizarnos; algo por dentro nos dice que urge que actuemos.
Somos personas de oración, acostumbrados a ejercitar la fe y ver la mano de Dios detener las aguas, por pura misericordia. Pero algo es cierto y es que Dios no es responsable de la destrucción provocada indirectamente por la mano del hombre que contamina los ríos y deforesta sus riberas.
El deseo de Dios es que los ríos sean de bendición para los seres humanos, pues estos no fueron creados para destruir a las personas y sus propiedades. Por nuestra parte, nos corresponde pedir perdón por la mala mayordomía de los recursos naturales del planeta. Pero los gobernantes necesitan pedir perdón por la negligencia en resolver los problemas inminentes, comenzando por la reparación de los bordos de contención del cauce de los ríos.
Como hondureños, debemos pedir perdón por aquellos gobernantes que desviaron los fondos aprobados para esta causa, hacia otro rubro. Que Dios siga teniendo misericordia de nosotros y en Su inmensa gracia, envíe a las personas indicadas, con un corazón recto y justo, para que se ocupen de solventar la situación que tanto preocupa a los limeños. Somos llamados a ser una fuente de bendición y riqueza para nuestra nación hondureña.
"El deseo de Dios es que los ríos sean de bendición para los seres humanos, pues estos no fueron creados para destruir a las personas y sus propiedades."