Ayer al medio día llegaron de visita a nuestra casa, mi hija mayor, su esposo y sus dos hijitos (mis amados nietos), quienes viven en otra ciudad. Me habían avisado de antemano y los estaba esperando con mucha alegría. Esa mañana me pregunté ¿Qué podemos preparar de comida, de manera que los niños estén agradados? De inmediato pensé en spaguetties con bolitas de carne molida en salsa roja, me dije para mí misma ¿A qué niño no le gustan los spaguetties con salsa roja?
Cuando ellos llegaron, los niños entraron corriendo, felices, como suelen hacerlo, muy amorosos a saludarme y darme besos.
Pronto llegó la hora del almuerzo, cuando los niños supieron cual era el menú, fueron los dos a preguntarme rápidamente: Abuela ¿Cómo es la salsa de los spaguetties, blanca o roja? Yo muy emocionada respondí: roja. El niño mayor, muy diplomáticamente dijo: ¡Qué bueno, abuela, es la mejor!. En cambio la niña respondió ¡Ah, no me gusta, yo sólo los como con salsa blanca!
Mi hija muy presta improvisó una salsa blanca para la niña, y al final ambos comieron.
Es increíble como dos personas que han sido engendradas por los mismos padres, que nacieron en el mismo hogar y bajo las mismas costumbres, pueden tener gustos diferentes.
¿Sabes qué mi querido lector? Así somos nosotros los hijos de Dios, el Padre nos queda viendo y nos da un trato a unos, otro trato diferente a otros… en fin, a unos les habla fuerte, a otros suave; porque Él es un Dios personal y particular.
Si tú te identificas con el caso y entiendes que eres especial para tu Padre, que él se comunica contigo de una forma particular y te mima, según tu manera de ser, para ti Hay Una Esperanza, realmente así es tu Papá. Sería bueno que aprovecharas este momento para darle gracias a Él por ser tan especial contigo.