Me comentaban el otro día, acerca de una persona a quien conozco hace más de veinte años y quien me llama a menudo para pedir consejo u oración por situaciones de su vida personal o ministerial. Ella llegó a comprar a un Super Mercado de la ciudad y comenzó a verter su corazón en público, en relación a mi persona, en presencia de algunos que me conocen y aprecian.
Esta persona se quejaba de que yo estuviera viajando para predicar y ministrar en otras naciones, siendo que hay tanta necesidad en la ciudad donde ambas vivimos.
Seguramente esta persona no ha considerado que la tierra y su plenitud son del Señor; que mi Padre es el dueño de todo y que Él me manda donde Él considera que soy útil para Su obra. Mi misión es obedecerle a Él; mi vida está destinada a agradar a mi Padre, haciendo Su voluntad.
A veces se puede pensar solamente en los que tenemos alrededor nuestro, en los que conocemos por nombre y apellido; sin considerar la necesidad que hay en todo el planeta tierra. Alrededor de todo el mundo hay infinidad de personas en cárceles espirituales, otras en cautiverios, gimiendo internamente para que llegue un libertador a desatarles.
Mi Dios es tan sabio y organizado, que me permitió durante veinte años, dedicarme a formar y preparar una nueva generación de ministros pujantes, llenos del Espíritu Santo, para que ellos hagan lo que yo un día hacía, de manera que todos vayamos avanzando y nos multipliquemos y reproduzcamos en otros, de acuerdo a la voluntad de Dios.
Si tú estás haciendo lo mismo o lo has pensado ya, para ti Hay Una Esperanza; nuestra nación Honduras está llamada a ser un semillero de ministros de Dios, llamas de fuego, para ser esparcidos por toda la tierra. Asegúrate que todo lo que Dios ha invertido en ti, lo multiplicas en otros, para que se cumpla el plan y propósito de Dios a través de tu vida.
