En mi estadía en Londres y durante un Congreso de mujeres, en el cual fui invitada y conferencista principal, tuve la oportunidad de conocer a otras mujeres lindas de Dios, de varias nacionalidades. En particular hubo una mujer que de nacionalidad argentina, la cual me ministró a través de su vida.
Ella llegó con su esposo, vestida de manera muy elegante y sobria a la vez; es de esas personas que cuando entra a un lugar, todos se voltean para mirarla, con una personalidad muy atractiva a sus casi cincuenta años.
Comenzamos todas a charlar de nuestras familias, hijos, nietos y demás. Cuando le pregunté a ella cuantos hijos tenía, respondió: Una hija casada en Puerto Rico, una hija en el ministerio y un hijo varón, que por el momento no lo podemos ver porque se ha ido con el Señor, pero ya le veremos.
Me enteré que su hijo varón había fallecido en un accidente de auto, hacía menos de un año; sin embargo, el temple de aquella mujer me conmovió; ella por la gracia del Señor y siendo extranjera en esta gran ciudad, ha sido invitada para ser consejera en la casa de gobierno o ayuntamiento.
Llamó mucho mi atención, que esta mujer dijo, que así como en español existe una palabra que define al hijo que perdió a su padre (huérfano) o a la mujer que perdió a su marido (viuda), en hebreo existe una palabra que define a la madre que perdió a un hijo.
Pienso que no es fácil afrontar una situación así, pero desde la perspectiva de Dios y con Su fuerza todo es posible. No sé cual sea tu situación, si acaso has pasado por la dura experiencia de perder un ser querido, particularmente un hijo(a), en Cristo, para tí Hay Una Esperanza.
Mi querido lector, quiero animarte este precioso día, para que entregues tu corazón al Creador de los cielos y la tierra, al que da la vida y tiene poder para tomarla, al único y sabio Dios. El es el consuelo de toda persona en toda situación.
