Hace dos días regresamos de una misión especial en Buenos Aires, Argentina, América del Sur; en esta ocasión fuimos y participamos varios hondureños. Cuando arribamos a esa cosmopolita capital, era de noche y estaba lloviendo; nos esperaban con un microbús para transportarnos hacia el hotel. Nos tomó unos cuarenta cinco minutos cruzar la gran ciudad hasta el lugar de hospedaje; Buenos Aires cuenta con unos trece millones de habitantes.
Al día siguiente era la apertura del Congreso; descansamos esa noche y a la mañana siguiente recorrimos un poco la ciudad para reconocerla. Por la tarde, al regresar al hotel para prepararnos para la apertura del evento, una de las parejas que iba en el grupo, se percató que había desaparecido su bolsa o mochila, con varios aparatos electrónicos y sus pasaportes.
Después de orar y hacer las gestiones naturales y denuncias necesarias, nuestros amigos tuvieron que acudir al consulado hondureño en Buenos Aires, para obtener un salvo conducto y poder regresar, a falta de sus pasaportes.
Es curioso que al volver a nuestra ciudad, nos encontramos con que los amigos de lo ajeno habían ingresado a la casa de uno de los viajeros, en su ausencia, llevándose varios artículos de valor.
Nos preguntamos ¿Por qué la gente toma lo que no es suyo? ¿Será por necesidad o acaso por pura maldad? Lo cierto es que cualquiera que sea la razón, es necesario arrepentirse de ello y pedir perdón a Dios.
Amigo lector, si acaso en tu vida te han robado algo, debes perdonar aunque no te hayan pedido perdón. Si acaso tú has tomado lo que no te pertenece, por pequeño e insignificante que sea, debes arrepentirte, pedir perdón y restituir lo robado.
Si estás de acuerdo en esto, para ti Hay Una Esperanza, comenzarás a caminar en lo recto y verdadero.
